El piloto Alfred Grislawski (a la derecha), a quien se le atribuyeron 133 victorias, siendo condecorado con la Cruz de Caballero con Hojas de Roble. En la imagen, Grislawski, acompañado de Hermann Graf y su perro.
La Luftwaffe consistentemente gozaba de un suministro de jóvenes esperanzados de donde seleccionaba sus pilotos. Algunos tenían un fuerte sentimiento de deber, otros deseaban tomar una cierta venganza personal contra las naciones aliadas por los infortunios que siguieron a la Primera Guerra Mundial, pero para muchos el reto personal era el principal estímulo.
La mayoría de los pilotos alemanes compartían el curioso deseo de volar y respondieron al percibido llamado “glamoroso” de la vida del piloto de caza -pocos podían honestamente negar que un factor era el interés garantizado de las mujeres-. Sin embargo, ninguno de estos incentivos, honorables o superficiales, eran suficientes para garantizar el éxito; por supuesto, conforme la guerra progresaba, la existencia seductora era cada vez más distante; no obstante, había momentos solaces... Ver Más