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Se pone en marcha la Operación Frankton

El mayor ‘Blondie’ Haslar y el capitán Stewart en una canoa Cockle Mark 2 (circa 1943), un

El mayor “Blondie” Haslar y el capitán Stewart en una canoa Cockle Mark 2 (circa 1943), una canoa del mismo tipo fue utilizada en el ataque en Burdeos, en diciembre de 1942. Haslar formó la fuerza especial conocida como Destacamento “Boom Patrol” de los Royal Marines (RMBPD), en Southsea, Portsmouth. Ellos fueron entrenados en piragüismo, natación de larga distancia y buceo en aguas poco profundas para llevar a cabo operaciones clandestinas.

A las 1917 horas del 7 de diciembre de 1942, el submarino HMS Tuna salió a la superficie frente a las costas de la Francia ocupada, cerca de la desembocadura del Río Gironde. Los precursores del Servicio Especial de Botes estaban en su primera misión. El plan consistía en lanzar canoas con dos hombres cada una, las cuales navegarían río arriba y plantarían minas magnéticas en las embarcaciones en el puerto de Burdeos.

El grupo de hombres, que se conocería como los “Los Héroes Cockleshell”, se había preparado secretamente para su misión con un entrenamiento muy demandante. La Operación Frankton no inició bien. De las seis canoas planeadas para ser lanzadas, una sufrió daños al ser bajada del submarino y no pudo participar. De las cinco tripulaciones dobles restantes, una se perdió muy pronto en los mares inesperadamente difíciles. Luego, otra canoa se perdió en el camino.

El infante de marina real William Sparks estaba en una canoa con el mayor Herbert “Blondie” Hasler, el comandante de la operación, quienes volvieron para a buscar la canoa faltante. Encontraron el bote, que se había volcado, con su tripulación, Sheard y Moffatt, aferrada a ella. Sparks describe los acontecimientos posteriores:

Los hombres en el agua se aferraron de nuestras canoas, con labios azules temblorosos.

Traté de voltear la canoa, como Blondie me dijo, pero estaba llena de agua y era imposible que volviera a flotar. “Muy bien” -dijo sombríamente -, “tendrás que hundirla”.

Nos las arreglamos para recuperar algunas de las minas y las repartimos entre las otras dos tripulaciones. Entonces tomé mi navaja y empecé cortar los lados de la canoa para abrirlos. En cuestión de segundos, Conger se había hundido.

Eran alrededor de las dos de la mañana y estábamos retrasados. Las órdenes habían sido claras; el riesgo de ningún hombre debe poner en peligro la misión. El mayor tenía que estar tomando decisiones rápidas y pude ver que estaba atormentado. No podía dejar a los dos hombres en el agua helada valiéndose por sí mismos. Seguramente ellos morirían.

Sabíamos que la playa estaría infestada con el enemigo y tratar de llegar a ella a fin de salvar a Sheard y Moffatt daría lugar a nuestra captura o a una muerte casi segura.

 

Él decidió remolcar a los dos hombres tan cerca de la playa como fuera posible. “Aguanten”,-les dijo.

 

El peso de los hombres remolcados hizo que nuestro camino se hiciera lento, pero por fin nos acercábamos a la desembocadura del estuario. Los haces de luz giratorios del faro se apoderaban de nosotros, iluminándonos con cada revolución. En cualquier momento podíamos ser avistados y abrirían fuego sobre nosotros. Pero no hubo disparos. Ahora la marea nos echó una mano, llevándonos alrededor de Pointe de Grave y hacia la Gironda. Sólo veinte minutos habían pasado desde que habíamos encontrado a Sheard y Moffatt -lo que parecieron horas- y los dos hombres estaban débiles por el cansancio y temblando de frío.

 

El tiempo estaba en nuestra contra. La marea pronto estaría cambiando y nos veríamos arrastrados de nuevo hacia la bahía. El mayor tenía que tomar una decisión terrible. Él nos ordenó que fuéramos balsa arriba.

“Lo siento, pero esto es lo más cerca de la playa que nos atrevemos a ir”, -le dijo a Sheard y Moffatt. “A partir de aquí, tendrán que nadar el resto del camino”.

Sabía que tendrían suerte si tan sólo llegaban a la playa en ese mar frío; ya estaban muy congelados. Pero trató de sonar optimista. “Me hubiese gustado llevarlos más lejos, pero si nos capturan a todos la operación llegará a su fin y ninguno de nosotros queremos eso. Lleguen a tierra y hagan su huida por tierra lo mejor que puedan”.

“Está bien, señor”-dijo Sheard. “Nosotros entendemos”.

Los dos muchachos se estiraron para estrecharnos la mano y desearnos suerte.

Se cree que el cabo C. J. Sheard y el infante de marina D. Moffatt, de la canoa Conger que se volcó, no se ahogaron y llegaron a la playa, pero murieron de hipotermia. Los otros hombres siguieron adelante con su misión malhadada.

Si deseas saber más, lee “The Last of the Cockleshell Heroes: A World War Two Memoir” [El último de los héroes Cockleshell: Una memoria de la Segunda Guerra Mundial], de William Sparks.

El Imperial War Museum [Museo Imperial de Guerra] posee una entrevista -en inglés- con William Sparks, misma que fue grabada en 1993 y narra lo sucedido a los Héroes de Cockleshell durante la Operación Frankton.

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Una mina magnética “Lapa”, del tipo de las utilizadas durante la Operación Frankton.

Monumento que conmemora la Operación Frankton, en Saint-Georges-de-Didonne, Francia. Una e

Monumento que conmemora la Operación Frankton, en Saint-Georges-de-Didonne, Francia. Una escultura de Eric Picard realizada en 1992.

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