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¿Debe Barack Obama visitar Hiroshima?


Fuente: CNN

 

John Kerry, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, hizo historia el 10 y 11 de abril del 2016, al convertirse en el primer miembro del gabinete aún en funciones en el gobierno estadounidense en visitar Hiroshima, durante la reunión de Secretarios de Asuntos Exteriores del G7, donde presentó sus respetos a las víctimas de la bomba atómica lanzada por los Estados Unidos sobre la ciudad japonesa el 6 de agosto de 1945, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.

La visita de Kerry fue rica en simbolismo, pero la verdadera pregunta que despertó es si el presidente Barack Obama haría un viaje a Hiroshima en el momento de su visita a Japón en mayo de 2016. Algunos informes indican que Obama está de hecho planeando una parada en la histórica ciudad japonesa. Esto representa un acto profundo de reflexión, ya que ningún presidente an en funciones ha visitado Hiroshima y la perspectiva de la visita de Obama ya ha causado controversia en Estados Unidos y en Japón.

Los partidarios de una visita citan la vinculación simbólica a la agenda del Presidente sobre la no proliferación nuclear, misma que le llevó a ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Aquellos que se oponen a la visita de Hiroshima se preocupan de que sólo reavivaría los recuerdos del pasado militarista de Japón y que algún pronunciamiento ofreciendo disculpas por parte de los Estados Unidos no está garantizada.

La incapacidad para confrontar la historia y seguir adelante, es un obstáculo principal para la seguridad duradera en muchas regiones del mundo.

La pregunta que surge es si Japón ha podido reconciliarse con su pasado con sus vecinos cuando Alemania en gran medida lo ha hecho. Considerando los hechos, es de recordarse que si bien Japón ha sido víctima de las armas nucleares, también fue un tremendo opresor durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, si analizamos con detenimiento, podemos concluir que Alemania, no Japón u otros países beligerantes de la conflagración más grande de la historia, ha sido el caso atípico.

El hecho de que Alemania se ha reconciliado con su pasado, haciendo de la remembranza parte de su tejido nacional, es la excepción y no la regla.

¿Cómo se explica la divergencia de Alemania? Si bien muchos factores estaban en juego, el camino de Alemania era, en esencia, uno de propio interés. Mucho antes de que el canciller Willy Brandt se arrodillara en el lugar del Gueto de Varsovia en 1970, el primer canciller de la posguerra de la Alemania Occidental, Konrad Adenauer, hizo causa común con Francia, su enemigo en tres guerras en los 70 años anteriores, cuando cerraron filas para hacer frente a la amenaza de la Unión Soviética en los albores de la Guerra Fría.

Recientemente, también hemos visto el propio interés en acción en Japón. Preocupado por el aumento en las provocaciones y las tensiones crecientes en su patio trasero –particularmente Corea del Norte- Japón y Corea del Sur han llegado finalmente a una solución sobre el tema de las “mujeres conforte”, un capítulo agudo de la Segunda Guerra Mundial. Aunque todavía nuevo y, en ocasiones inestable, este acuerdo ayudará a estos dos países a forjar un frente unido en una región del mundo que bien puede presentar los mayores desafíos de seguridad en el Siglo XXI.

Quizás lo más significativo del acuerdo de las mujeres conforte fue el compromiso de Japón y Corea del Sur es el recuerdo –en lugar de ocultar el pasado en el momento de escribir los libros de texto para la próxima generación-. Con ello se demuestra que la historia no necesariamente tiene que ser una condena del presente. Más bien, puede ayudarnos a entender que la humanidad puede ser brutal e implacable, mientras que la generosidad y el perdón pueden traer alivio.

El valor político del primer ministro japonés, Shinzo Abe, y el presidente de Corea del Sur, Park Geun-hye debe tomar hacer que la decisión de Obama para visitar Hiroshima sea fácil. Debería ir a Hiroshima, no para disculparse, sino para reconciliarse con ese sombrío capítulo de su pasado, dispuestos a recordarlo con el fin de concentrarse en el futuro.

Los historiadores han siempre debatido sobre el uso de las armas nucleares de Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki y lo seguirán haciendo. Y, aunque, sin duda, muchas, muchas vidas estadounidenses fueron salvadas por llevar la guerra a su pronta finalización, no se puede negar el impacto horrible de una bomba atómica lanzada sobre miles de civiles.

Una encuesta del Centro de Investigaciones Pew muestra que los estadounidenses más jóvenes son menos propensos para justificar el uso de las armas nucleares que sus abuelos. Y, de hecho, la tendencia es que en los años venideros, la mayoría de los estadounidenses muy probablemente crean que esto estuvo mal. Las generaciones futuras tienen que entender la historia en todas sus dimensiones. El enfoque del presidente Obama, por lo tanto, debe estar en el recuerdo, en la importancia de nunca más ir por el camino de una guerra mundial o peor aún, de una guerra nuclear. Las generaciones futuras deben asegurarse de que nunca haya otra Hiroshima o Nagasaki, y eso se logra con el frecuente recuerdo de los horrores del pasado.

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