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Combate brutal en Ucrania

Un tanque ligero ruso T-26 destruido. Su tripulación yace muerta al borde de la carretera, en la Unión Soviética.

La controvertida directiva de Hitler de cambiar el eje principal de avance en el sur de la Unión Soviética estaba planeada para lograr un doble cerco. Preliminarmente, un círculo interno debía ser creado por tres ejércitos de infantería alemana, cuyos objetivos eran Gomel, Kremenchug y el Sexto Ejército con su atención hacia Kiev, en Ucrania.

 

Nuevamente las inmensas distancias complicaban la táctica y después de los choques iniciales, los soviéticos estaban reorganizando sus líneas de defensa. Los combates eran encarnizados y los germanos estaban experimentando una campaña como ninguna otra. Gottlob Bidermann, sirviendo en una unidad antitanque, narra con gran detalle su experiencia al ver el combate de cerca por vez primera:

Los rumores fueron ciertos, ya que exactamente a las 0700, el 1 de agosto, iniciamos nuestro avance hacia las defensas soviéticas cerca de Mirovka, un inmenso campo abierto se encontraba frente a nosotros y nuestra vista se extendía sobre la estepa, que nos ofrecía poca protección salvo por un terreno, suavemente ondulante, con depresiones poco profundas, invisibles para el ojo no entrenado. Esto presentaba una gran ventaja para los soviéticos, que como defensores fueron capaces de atrincherarse en la seguridad de la tierra con una línea de fuego despejada ante sus defensas. Hicimos los preparativos finales para abandonar nuestras posiciones y para movilizarnos a través de la estepa.

 

Con poco esfuerzo colocamos nuestro Pak [cañón antitanque] en posición al borde de un trigal, que ofrecía una amplia visión de campo de cara al Este sobre el mar verde ondulante, interrumpido sólo por los dispersos labrantíos de patatas. Los primeros rayos del Sol de la mañana danzaban a través de las espigas de trigo de Ucrania y, a través de la bruma matutina, pudimos reconocer las siluetas distantes de dos poblados en el horizonte. Nos sentamos en la cureña bebiendo café caliente en un intento por disipar la fría sensación dentro de nosotros. Todos deseaban parecer despreocupados y hablamos de cosas desasociadas con la guerra, intentando ocultar, a través de la conversación, la ansiedad claramente delineada en rostros quemados por el sol. Los oficiales de la compañía se reunieron en círculos cerrados a varias docenas de metros de distancia, hablando en tonos bajos y echando vistazos a las posiciones enemigas, ocasionalmente llevando los binoculares a sus ojos.

 

A las 0650 nuestra artillería había abierto fuego. Los proyectiles pesados aullaban sobre nosotros en ruta hacia objetivos predeterminados en las posiciones enemigas y la infantería, cargada con armas, equipo y explosivos, comenzaron a avanzar a lo largo de un amplio frente. Los movimientos parecían seguir como estaba previsto en detalle exacto, dando una impresión inicial que nada había sucedido excepto otro ejercicio de entrenamiento en Pfarrkirchen o Dugo-Selo.

 

El tractor francés capturado resonaba ruidosamente hasta nuestras posiciones. Preparando nuestro cañón, nos subimos y avanzamos, dejando una nube de polvo elevándose detrás de nosotros. Pasamos al lado del vehículo blindado de reconocimiento noqueado por Poell el día anterior y nuestros ojos se clavaron sobre la escena macabra, todavía poco familiar, de un cuerpo medio quemado colgando con medio torso desnudo de una de las escotillas.

 

Los dos cañones antitanques del pelotón se lanzaron hacia adelante sobre el terreno ondulante, acompañando el avance a lo largo del camino arenoso hacia Kargarlyk. Las ametralladoras de las unidades de infantería más avanzadas ya estaban enfrentándose; las ráfagas audibles de las MG-34 flotaban hacia nosotros por encima de las espigas de trigo. Detrás de nosotros los tubos de morteros y piezas de artillería resonaban con golpes sordos, en contraste con los sonidos agudos de las ráfagas de las armas de fuego pequeñas.

 

De repente, las balas rebotando estaban silbando y brincando entre nosotros y nos encontramos corriendo para encontrar cubierta en los baches y zanjas del camino.

 

“¡Cúbranse!” gritó el capitán Hartmann. A través del rugido, cada vez más intenso, de las armas de todos los calibres, podíamos ver sus brazos extendidos haciendo señas y sus labios moviéndose. Sus órdenes permanecieron ahogadas entre el trueno contundente de las armas. Finalmente el momento había llegado. Era ahora nuestro turno de enfrentar al enemigo. A pesar del temor que nos atormentaba, nos encontramos con lo inevitable con profundo alivio, que sirve para demostrar cómo nuestras prioridades habían cambiado desde que nuestra marcha había comenzado.

Si deseas saber más, lee “In Deadly Combat: A German Soldier’s Memoir of the Eastern Front” [En combate mortal: la memoria de un soldado alemán del Frente del Este], de Gottlob Herbert Bidermann.

Un soldado alemán utiliza el hombro de su compañero para disparar una ametralladora MG 34 sobre tropas rusas, en 1941.

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