top of page

Un deprimido Hitler culpa a Paulus por Stalingrado

La bandera roja ondea en Stalingrado. El edificio que se ve al fondo a la derecha es la ti

La bandera roja ondea en Stalingrado. El edificio que se ve al fondo a la derecha es la tienda de departamentos Univermag. El sótano de este edificio era el cuartel general del 6º Ejército al momento de la rendición el 31 de enero de 1943.

De vuelta en su búnker de mando, Hitler observaba a su alrededor para ver a quién podía culpar por lo ocurrido en Stalingrado. Una vez más la relación con sus generales se tensó al tiempo que éstos abogaban por una mayor libertad de maniobra. En lugar de esperar por las órdenes del Führer, querían ser capaces de reaccionar a las situaciones y hacer retiradas tácticas si fuese necesario. Hitler nunca quiso ceder terreno, sin importar cual fuera la situación.

 

Por el momento la atención se centró en la rendición de Stalingrado, que había traído un estado de ánimo muy sombrío en el cuartel general desde que el 6º Ejército había sido sitiado. Hitler culpó a Paulus por dejarse tomar como prisionero en lugar de adoptar una ruta más “honorable”. Su adjunto, el mayor Engel, registró este ambiente lóbrego en su diario:

1 de febrero de 1943

 

Todos estamos imaginando cómo está terminando en Stalingrado. F. [Führer] estaba muy deprimido, buscando por todos lados errores y negligencias. Se ha intentado atenuar un informe de Paulus dirigido a él mismo y ha criticado violentamente la actitud de Paulus. ¿Cómo se puede evitar el camino a la eternidad en una situación así? Ante el heroísmo de un guerrero, ¿cómo puede dejarlo a su suerte en el último momento?

Si deseas saber más, lee “At the Heart of the Reich” [En el corazón del Reich], del mayor Gerhard Engel.

Pero hubo soldados alemanes en Stalingrado que estuvieron a la altura de las expectativas de Hitler. En Stalingrado, Mansur Abdullin fue uno de los soldados soviéticos que estaba sorprendido por la aparición de trapos blancos siendo mostrados desde las posiciones alemanas en la mañana del 1 de febrero. No habían sido advertidos de que la rendición era inminente:

¿Debemos dejar nuestra cobertura? ¿Y si es una trampa? Justo la noche antes, los alemanes estaban dando una lucha desesperada. Pero nuestra curiosidad es demasiado fuerte. ¿Qué tal si esto es realmente una capitulación? De repente veo la vergüenza en los rostros de los muchachos. Ellos están viéndose el uno al otro con una sonrisa dócil. Estamos tan negros como diablos: sucios, cubiertos de hollín. ¿Debemos aceptar la capitulación? Pero necesitamos a alguien impresionante para tal ocasión: “¿Y dónde están, aquellos que tienen un aspecto imponente?”, pensé. ¡Pero tenemos que aceptarla ahora o de lo contrario el enemigo pensara que tenemos miedo y cambiara de opinión!

Me arrastro sobre las cabezas de los muchachos, salto y camino hacia el centro de la calle. Mis piernas se sienten como si estuvieran hechas de madera. Me muevo lentamente. Los trapos y paños blancos se pueden ver en muchas casas, algunas de las cuales nunca sospechamos que tuvieran nazis. Pero, ¿dónde están?

A cierta distancia, veo a otros “representantes” mirando a su alrededor con aprensión, de pie en medio de la calle. Nos echamos una mirada avergonzada entre nosotros mismos: ¡Mírennos! ¡Tontos ingenuos, haciéndonos blancos fáciles! Si, en este momento, escuchamos un disparo, no sentiríamos otra cosa más que vergüenza. Yo cuelgo enfáticamente mi metralleta detrás de mi hombro: si abren fuego, no voy a tener tiempo suficiente como para usarla de todos modos.

Entonces, todos al mismo tiempo, comienzan a salir de las ruinas. Arrastrándose fuera de sus agujeros con movimientos lentos, lanzan sus metralletas en la nieve y levantan sus manos. ¡Parecen indiferentes ante mi estampa desaliñada, poco imponente!

 

Una pistola cae a mis pies. Este símbolo de estatus es la única pista de que el hombre que la arrojó -un espantapájaros envuelto en mantas- es un oficial. El cerdo por poco y me golpea: “Puedes estar tan enojado como quieras”, pensé, “¡pero sólo ríndete!”

 

Nuestros muchachos, al ver a los alemanes vestidos de tal manera, asumen un aire de dignidad y comienzan a llenar la calle. En comparación con nosotros, las tropas enemigas parecen pelagatos. Ellos arrojan sus armas y en silencio se forman en columnas.

 

De repente llega un informe opaco y solitario: un oficial, al parecer, se ha pegado un tiro en el corazón…

Si deseas saber más, lee “Red Road from Stalingrad” [Camino Rojo desde Stalingrado], de Mansur Abdullin.

Alemanes hechos prisioneros en Stalingrado marchan al cautiverio. Pocos sobrevivirían para

Alemanes hechos prisioneros en Stalingrado marchan al cautiverio. Pocos sobrevivirían para ver su hogar de nuevo.

Una imagen más de la derrota, tropas alemanas de la Wehrmacht en las calles de Stalingrado

Una imagen más de la derrota: tropas alemanas de la Wehrmacht en las calles de Stalingrado después de rendirse en 1943.

Imágenes de un noticiario británico de la época mostrando escenas del final en Stalingrado:

bottom of page