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Stalin da una lección a un comandante

En la imagen, de izquierda a derecha, D. Lestev; Konstantin Rokossovsky; Gurevich y M. Malinin planean las futuras operaciones militares, en agosto de 1941. Fotografía de TASS.

La situación de los soviéticos en el sector de Voronezh se había deteriorado rápidamente a principios de julio de 1942. Las defensas en la unión entre los Frentes Bryansk y Suroeste habían sido desgarradas y los alemanes habían logrado una penetración de unos 80 kilómetros.

 

Las reservas del Frente en este sector fueron lanzadas al combate. Había un peligro claro que los alemanes intentarían atravesar el Don y capturar Voronezh. El Mando Supremo soviético envió dos ejércitos de campo de sus reservas, así como el 5º Ejército Blindado, para hacerse cargo de las operaciones en la ribera derecha del Don y del combate en el área de Voronezh.

 

Pero a pesar del apoyo masivo proporcionado por el Mando Supremo y el Estado Mayor, la situación en el Frente de Bryansk empeoró día tras día. Este proceso se agravó considerablemente por la falta de control de tropas al nivel del Frente y del ejército. Ante esto, el Mando Supremo tomó medidas para organizar la situación y dividió el Frente de Bryansk en dos. Nikolai Vatutin se haría cargo del nuevo Frente Voronezh y Konstantin Rokossovsky remplazaría al comandante del Frente Bryansk. El general Rokossovsky recordó ese momento en sus memorias:

A principios de julio, Zhukov me llamó para preguntarme si pensaba que Malinin podría hacer frente al trabajo de Comandante del Ejército. Preguntándome de qué se trataba todo esto, contesté afirmativamente. Entonces me dijo que el Cuartel General de Manod tenía intenciones de nombrarme Comandante del Frente de Bryansk.

 

“Dígale a Malinin”, dijo Zhukov, “y vuele a Moscú tan pronto como lleguen sus órdenes del Cuartel General de Mando”.

 

Estaba algo desconcertado. Al comandar un ejército yo me sentía confiado y en mi lugar apropiado. ¿Pero un Frente, un grupo de ejércitos? Dije que quizás debería quedarme donde estaba, pero recibí una rotunda negativa. Bien, tendría que sobreponerme a mis temores.

 

Fue triste decir adiós al 16º Ejercito, con el equipo muy unido y amistoso que habíamos construido. Juntos habíamos pasado por la amargura de la derrota y la alegría de la victoria. Conocía a los hombres y sus comandantes y ellos me conocían a mí. Esto es de gran importancia en la guerra. Aun así, teníamos que despedirnos. Mi consolación era que la nueva gente que iba a conocer no sería peor. Me correspondería a mi ganarme su confianza y respeto.

 

Esa tarde las órdenes llegaron. Malinin declaró francamente que no podía asumir la responsabilidad que tenía que soportar un Comandante del Ejército y pidió ser dejado como Jefe del Estado Mayor. Zhukov estuvo de acuerdo y el general Iván Bagramyan fue nombrado Comandante del 16º Ejército. Fue agradable saber que el Ejército fue puesto en buenas manos.

 

En el Cuartel General de Mando, fui recibido cordialmente por el Comandante Supremo. Stalin delineó la situación en el sector de Voronezh y luego me preguntó si sabía de oficiales calificados para el Cuartel General y Mando del Frente de Bryansk.

 

(Una porción de las tropas y mando del Frente de Bryansk estaba siendo entregado al nuevo frente de Voronezh, el cual ocuparía posiciones entre los Frentes de Bryansk y Suroeste). Mencioné a M. S. Malinin; V. I. Kazakov; G. N. Oryol y a P. Y. Maksimenko. Stalin inmediatamente ordenó al Comandante del Frente Occidental que descargara a esos hombres. Me deseó éxito en mi nuevo trabajo y me dijo que no me demorara en el Estado Mayor. Debía apresurarme hacia el frente ya que una situación seria se estaba desarrollando en Voronezh.

 

Grandes eventos se estaban desarrollando en el sector de Voronezh y hacia el sur y yo estaba destinado a participar. Me percaté que debía trabajar duro para poder hacer frente a este nuevo mando y justificar la confianza del Partido y el gobierno. Los detalles son difíciles de describir, pero un episodio quedó grabado en mi memoria. Poco después de la operación en Voronezh, regresé a Moscú para informar al Comandante Supremo. Al finalizar y cuando estaba a punto de retirarme, Stalin dijo, “No se vaya aún”.

 

Llamó por teléfono a Poskrypobyshev y le dijo que enviara al general que recientemente había removido del mando de un Frente. El siguiente diálogo tuvo lugar:

 

-“¿Usted ha dicho que le hemos castigado injustamente?”

-“Sí, porque el representante del Cuartel General de Mando constantemente se interponía en mi camino”.

-“¿Cómo?”

-“Él interfería con mis órdenes, convocaba conferencias cuando era necesario actuar, proporcionaba instrucciones contradictorias… en general, él trataba de anular al comandante”.

-“Así que se interpuso en su camino. ¿Pero usted estaba al mando del Frente?”

-“Sí”.

-“El Partido y el gobierno le confió el Frente a usted… ¿Tenía usted un teléfono?”

-“Sí”

-“¿Entonces por qué no reportó que se estaba metiendo en su camino?”

-“No me atreví a quejarme de su representante”.

-“Bien, por eso lo hemos castigado: no atreverse a descolgar el auricular y telefonear, por lo cual usted ha fallado en llevar a cabo la operación”.

Salí de la oficina del Comandante Supremo con la idea de que, como un nuevo comandante de Frente, acababa de enseñarme una lección objetiva. Créanme, saqué el mayor provecho de ella.

Si deseas saber más, lee “A Soldier’s Duty” [El deber de un soldado], de Konstatin Rokossovsky.

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