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Esperando por un “Heimatschuss” en la fría estepa rusa

Soldados soviéticos disparan un cañón antitanque de 45mm modelo 1937 53 K sobre las posici

Soldados soviéticos disparan un cañón antitanque de 45mm modelo 1937 53 K sobre las posiciones alemanas en el Volga, en Stalingrado.

Günter K. Koschorrek había pasado poco más de un mes en el Frente Oriental, después de haberse encontrado a sí mismo en acción el 24 de noviembre. Apenas escapando por muy poco de ese enfrentamiento, su unidad, organizada apresuradamente, había venido sufriendo ataques sucesivos y su posición parecía cada vez más vulnerable.

 

El 15 de diciembre encontró a Koschorrek confrontando una vez más otro ataque ruso. Sus pensamientos, como los de muchos otros, se estaban transformando en una obsesión para tratar de saber si sería posible sobrevivir más tiempo:

¿Por qué no vienen los cañones de asalto? Esperamos y esperamos, y luego - ¡demasiado tarde! Escuchamos las granadas de mortero llegando hacia nosotros. A pesar del hecho de que impactan en el suelo a cierta distancia, las esquirlas vuelan a través del aire y pasan cerca de nuestras cabezas.

No nos molesta particularmente: estamos acostumbrados a mucho peor. Incluso decido ponerme de pie para que pueda mantener mis pies en movimiento. A continuación, un proyectil estalla en la ladera frente a nosotros. Podemos ver las esquirlas efervescentes en la nieve.

Un soldado llama en voz alta y yo siento un poco de dolor debajo de mi rodilla izquierda, Ellos están pidiendo por el médico, que está en nuestro grupo. Él está atendiendo a un hombre herido, cuyo muslo ha sido desgarrado por una esquirla y como resultado está sangrando mucho. Es un Obergefreiter con el uniforme azul de una división de campo de la Luftwaffe. Él vino a este grupo con otros tres cuando su propia unidad fue diezmada.

Después de que el médico atendió al hombre, le mostré el lugar donde sentí un impacto. Directamente debajo de la rótula hay un pequeño agujero, del tamaño de un guisante. No duele y puedo mover bien mi pierna, pero un hilillo de sangre, casi de color negro, está corriendo por mi espinilla.

El médico coloca un emplasto. “Es una lástima”, dice casi en tono de disculpa y se encoge de hombros.

Yo sé lo que quiere decir. Él está tratando de decirme que, lamentablemente, no me califica para un Heimatschuss [literalmente “tiro a casa” -una herida lo suficientemente mala para ser enviado a casa] Siento la decepción -la esperanza se ha desvanecido-. Y entonces pienso qué tan rápidamente pueden cambiar los sentimientos y actitudes humanas. Hace tan sólo cuestión de semanas estaba soñando con la gloria y el heroísmo y estaba tan lleno de brío que estaba a punto de reventar.

Ahora estoy deseando un Heimatschuss, porque me parece que es la única manera en que puedo, con algo de honor, decir adiós a este entorno que destruye el alma y, por lo menos durante un par de semanas, alejarse de este país horrible y su espantoso invierno.

¿Es cobardía pensar así, empezar a comparar nuestra guerra aquí con el tratar de detener una avalancha con toda su fuerza simplemente mediante el uso de cuerpos humanos? ¿Con seres humanos que, llenos de desesperación y muriendo de frío, con escalofríos en los agujeros de hielo en la nieve y cada mañana dando gracias a Dios de que sus huesos no se han congelado porque siguen siendo necesarios para ayudarte a ponerte a salvo del enemigo atacando?

No creo que esta chusma de soldados, puestos juntos, y sin las armas pesadas adecuadas, será capaz de contener a los rusos aquí en el Don y el Tschir este invierno. Cualquiera que pueda escapar de esta situación con sólo una lesión puede hablar de suerte. Pero pensar que uno puede caer en esta categoría no es ser realista: es un sueño.

¿Y cuándo un sueño se ha convertido en realidad? La trayectoria de una bala o esquirla no se ajusta a los deseos del soldado común y corriente. Las esquirlas y las balas son duras, calientes y desagradables. Buscan vida escondidas en harapos sucios y tratando de extinguirla de un solo golpe.

Para Koschorrek los sueños sí se hicieron realidad. La Navidad llegó temprano para él cuando su herida menor contrajo una infección, su pierna entera se hinchó y quedó inmóvil. A los pocos días fue evacuado. Sin tal suerte probablemente no habría sobrevivido para escribir su relato posterior, con base en los restos de un diario que escribió en esa época.​

Si deseas saber más, lee “Blood Red Snow” [Nieve Roja de Sangre], de Günter K. Koschorrek.

En la imagen, Günter K. Koschorrek como un soldado en 1942, en Stalingrado. Él fue capaz d

En la imagen, Günter K. Koschorrek como un soldado en 1942, en Stalingrado. Él fue capaz de salir del caldero de Stalingrado justo antes de la Navidad.

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