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La cobardía es peor que la muerte

Un tanque Panzerkampfwagen III durante la Operación Tifón, en noviembre-diciembre de 1941, cuyo objetivo era llegar a la capital soviética.

Los alemanes habían renovado la ofensiva sobre Moscú debido a que los caminos se habían congelado, permitiendo el movimiento de vehículos y equipo de nueva cuenta. Sin embargo, las fuerzas germanas estaban seriamente mermadas por las numerosas bajas en combate desde junio y por los recientes estragos causados por el clima.

 

Por su cuenta, el Ejército Rojo estaba preparando la estrategia para este periodo de invierno, la cual consistía en acumular el mayor número de reservas para un contraataque utilizando las fuerzas que estaban llegando desde Siberia, al tiempo que se hacía lo suficiente para detener el avance alemán.

 

Willy Peter Reese, que había arribado unas semanas antes, tenía su primera experiencia de lo inhumano y crudeza de los combates en la Unión Soviética:

Recibimos nuestro bautismo de fuego. Por primera vez escuchamos el silbido de morteros, el latigueo de las ráfagas de las ametralladoras, el estridente y brutalmente brillante estrellar de los proyectiles. Y no era un juego. Excepto por aldeas quemadas, cascos de tanques, tumbas y los fuegos de Kursk en el borde del cielo, no habíamos visto nada de la guerra verdadera. Pero incluso entonces, nuestras caras se volvían de piedra. Aunque ahora, vimos hombres caer, vimos sangre y heridas y llevamos nuestros rifles en nuestras manos y los disparamos hacia el espacio vacío frente a nosotros.

 

En el primer día de la ofensiva atacamos una aldea. Los defensores rusos restantes rápidamente se retiraron. En el camino, perdí contacto con mis hombres. Dejamos nuestros vehículos al borde de un barranco y encontramos soldados sentados en la nieve, llorando. Tenían los pies congelados, pero aun así tenían que continuar. Un caballo cayó y yo lo guie. Finalmente encontré la ruta de avance seguí las huellas hacia la aldea, me senté congelándome en una casa y me trajeron comida. No sabía que había soldados rusos durmiendo a unas cuantas casas de distancia, que fueron despertados por los disparos de los atacantes, que también a mí me despertaron.

 

A la mañana siguiente estuvimos bajo fuego de una columna de tanques y tuvimos que enterrar nuestras cabezas en la nieve. El grito de una oración subió para mantener nuestra disciplina. No estábamos rezando por nuestras vidas; era un llamado a nuestra valentía, para mantenernos fuertes y orgullosos y salvarnos de la cobardía. La cobardía era peor que la muerte e incluso un tipo pacífico como yo despreciaba a cualquiera que temblara por su vida y buscara evitar la ruina. Amaba probarme a mí mismo en peligro. Ese era el último significado en esos tiempos. Y en el caos del miedo y el temor primitivos, el alma no llega a nada más que a este eco final de la infancia.

 

Nuestros cañones no causaron impresión alguna en los monstruos de acero, pero al final se retiró por la tarde con las tropas rusas. Alrededor de la medianoche, marchamos al lado de granjas incendiándose y chozas humeantes para un breve, exhausto descanso en una aldea.

 

Un soldado forzó su entrada en una granja y el granjero colocó pan y leche ante el hombre hambriento. Pero el soldado quería más. Quería miel, que pronto encontró, harina y manteca. El granjero suplicó, su esposa lloró y en su temor de morir de hambre, la pareja trató de luchar para quitarle el botín. El soldado destrozó el cráneo del granjero y le disparó a su esposa y furiosamente le prendió fuego al lugar. Cayó muerto esa misma noche, impactado por una bala perdida. Pero no debemos pedir por justicia divina durante la guerra.

Si deseas saber más, lee “A Stranger To Myself: The Inhumanity of War: Russia, 1941-1944” [Un extraño a mí mismo: la inhumanidad de la guerra: Rusia, 1941-1944], de Willy Peter Reese.

La falta de ropa de invierno de las tropas alemanas obstaculizó los esfuerzos de la Wehrmacht para capturar la capital soviética. En la imagen, soldados esperan órdenes fuera de un puesto de mando cerca de Moscú, en noviembre de 1941.

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