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La caída de Gomel

Los generales Heinz Guderian, (derecha), Hans-Jürgen von Arnim (al mando de la 17ª División Blindada), y el general Joachim Lemelsen, estudian sus mapas decidiendo los próximos movimientos de sus unidades.

Si las dudas comenzaban a plagar las mentes de los alemanes en cuanto al progreso de su campaña, Stalin y su Stavka estaban seguros de sus intenciones, que permanecieron siendo unas de naturaleza contraofensiva y estaban dirigidas a defender Moscú a cualquier costo.

 

Aunque la contraofensiva alrededor de Smolensk de Timoshenko en julio había fracasado, había logrado salvar una cantidad importante de tres de sus ejércitos y evitar ser rodeados por completo. Sin embargo, aunque los alemanes continuaban obteniendo victorias, el costo en vidas era muy alto. Guderian y su 2º Grupo Blindado habían derrotado al Grupo Kachalov y sus unidades estaban pretendiendo hacer camino a Moscú, mismas que se encontraban a menos de 400 kilómetros de distancia de la capital soviética.

 

Pero las órdenes del Führer de virar hacia el sur en apoyo de la región de la Crimea había puesto en peligro el desarrollo de toda la campaña. La ciudad de Gomel fue escenario de duras batallas entre el 8 y 21 de agosto. Gotthard Heinrici, uno de los generales menos recordados de la Operación Barbarroja, al mando de un cuerpo de ejércitos, describe su experiencia en la captura de Gomel:

18 de agosto de 1941, noroeste de Gomel

La derrota rusa en Gomel fue un golpe severo a nuestro enemigo que combate con formaciones meramente improvisadas, quienes difícilmente cuentan con alguna división compacta y quien fue forzado a abandonar una cantidad considerable de cañones y vehículos en los bosques que aún no ha sido completamente evaluada. En términos operativos, es el final de la mitad sureña del sector del frente central ruso y tendrá repercusiones de largo alcance. Por tanto, podemos estar satisfechos con los últimos diez o doce días. Tuve un momento difícil. Hemos resuelto situaciones muy críticas y en ocasiones el estrés llegó al máximo. No es exactamente agradable viajar a través de campiña vasta, pobremente acompañados, a través de kilómetros y kilómetros de bosques, sujetos al riesgo de encontrarnos con rusos en cualquier momento. Las líneas frontales son extensas y porosas, a tal grado que el área está atestada tanto de amigos como enemigos. En una situación crítica hace ocho días, yo mismo tomé el mando de un batallón en un estado de total confusión. Hace dos días, dos baterías pesadas rusas nos atacaron. Fuimos expulsados de nuestro puesto de mando y fue un milagro que sólo siete resultaran heridos. Había mucho en oferta para cada uno de nosotros y uno sólo puede estar agradecido que todo haya ido bien hasta ahora. Hubo muchos momentos donde pudo tomar un curso diferente.

 

Estoy escribiendo en una tienda montada cerca de un granero koljoz medio en ruinas, al borde de un campo de patatas, que fue impactada anteayer por proyectiles rusos a una distancia de 200 pasos. Pero ahora el cañón está silenciado y nunca más podrá disparar otra vez. Fue abandonado en alguna parte del bosque y los artilleros han sido tomados prisioneros.

 

El general ruso comandando el Cuerpo LXVI, mi primer contra oponente, fue enjuiciado en consejo de guerra a principios de agosto, como muestra una orden que capturamos. Ayer, el segundo general comandando el Cuerpo LXIII y dos de sus comisarios trataron de escapar. Como no se rindieron, nuestros hombres les dispararon.

 

Todo allá está dirigiéndose hacia una crisis. El quiebre es inminente.

Si deseas saber más, lee “A German General on the Eastern Front: The Letters and Diaries of Gotthard Heinrici 1941-1942” [Un general alemán en el Frente del Este: las cartas y diarios de Gotthard Heinrici 1941-1942], editado por Johannes Hürter.

Infantería y tropas motorizadas marchando por Minsk, en Bielorrusia, en agosto de 1941.

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