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La Operación Crusader se pone en marcha

Un transporte de ametralladora Bren de la 24ª Brigada de Infantería, acelerando para ponerse en acción.

Después de más de 230 días de asedio, la guarnición británica en Tobruk seguía resistiendo ataques de las fuerzas italianas y alemanas, pero una vez más, el Octavo Ejército buscaría liberar el puerto libio al iniciar un tercer intento después de sus fracasos previos.

 

Con un movimiento de flanqueo, la Operación Crusader [Cruzado] colocó a las fuerzas británicas a menos de cincuenta kilómetros del perímetro de Tobruk. El ataque tomó a Rommel por sorpresa, quien no tenía inteligencia sobre la cantidad de tanques en el puerto sitiado.

 

Denis Avey, un soldado británico sirviendo en la 7ª División Blindada, conocida como las “Ratas del Desierto”, describe las primeras impresiones de la ofensiva británica en noviembre de 1941:

Esa parte del desierto estaba marcada con depresiones profundas, de hecho tantas que los mapas listaban diez diferentes nombres alternativos para las sutiles variaciones. Un hundimiento en el suelo podía ser descrito como un agheiret, o un agheret, a menos que fuera un ghot, un giof, un gof o un got. Alternativamente podía ser denominado un hatiet, un rugbet o incluso un sghifet y no debía confundirse con un deir, que era el tipo de depresión en la que podías acampar. Las grandes eran útiles para esconderse. Las pequeñas podían romper tus orugas.

 

Nos reunimos cerca de la frontera libia, cuarenta millas al sur del mar, en un paisaje imponente, pero ahora familiar, de arena y grava, con una gran cantidad de pequeñas salinas que alguna vez habían sido lagos. A las 0600 horas de la mañana siguiente, el 18 de noviembre, cortamos a través de la alambrada y salimos. Al tiempo que el sol salía, estaba brillante pero no caliente. No había espejismo y todo alrededor, podíamos ver tanques y otros vehículos fluyendo a través del desierto hacia Tobruk.

 

Muchos habían pasado por aquí antes que nosotros. El paisaje árido estaba punteado por tumbas musulmanas, pequeñas y grandes y generalmente marcadas por montones de piedras; había cisternas de agua romanas e incluso e incluso moradas en cuevas en los afloramientos de roca. Muchos pudieron haber pasado, pero pocos permanecieron y se podía ver por qué.

 

Incluso en el mejor de los tiempos, los transportes estaban tan sedientos como un fusilero australiano en la Dulce Melodía, pero teníamos dificultades en velocidad baja, sorteando parches de arena suave, así es que estábamos consumiendo combustible como nunca. Como siempre, yo estaba concentrado en mantener las orugas puestas, el motor encendido y la arena fuera de nuestros ojos.

 

El cuartel general del Batallón venía tres horas detrás de nosotros. Más tarde ellos describieron la “suave atmósfera de emoción” que invadía a la columna. No recuerdo sentirme particularmente alegre. Les y yo éramos una unidad y simplemente seguimos adelante. El cuartel general incluso encontró tiempo para detenerse para un baño, una afeitada y desayuno.

 

La RAF [Real Fuerza Aérea] estaba haciendo un buen trabajo. No hubo señales de aviones enemigos en todo el día, aunque pasamos los restos de dos Stukas estrellados e incendiados, lo cual nos dio cierto conforte. Nuestro primer contacto real con el enemigo llegó al atardecer, cuando nos enfrentamos en un breve altercado con cinco tanques italianos. En el cuartel general, los ánimos estaban altos. Estaban bromeando acerca de “cerveza en Trípoli”. Como se vería después, tendrían suerte de sobrevivir para tomar una cerveza en El Cairo. No recuerdo la misma sensación donde estábamos ubicados. Estábamos en una serie de pequeñas colinas rodeadas de vastas depresiones, durmiendo sobre tierra llena de grava, en un paisaje salpicado de tumbas.

Si deseas saber más, lee “The Man Who Broke into Auschwitz” [El hombre que irrumpió en Auschwitz], de Denis Avey.

Soldado británico con una ametralladora Bren en acción, al final de 1941, en Tobruk.

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