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El puerto italiano de Grosseto es bombardeado

Los aviones B-24 Liberators de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América (USAAF) ah

Los aviones B-24 Liberators de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de América (USAAF) ahora operaban desde el norte de África y empezaban a bombardear Italia y Sicilia.

Con los Aliados ahora ocupando varios aeródromos en Argelia y Túnez, era posible tener a Italia dentro del alcance de los bombarderos. Al principio estas operaciones tenían como objetivo interrumpir los suministros que se estaban enviando por aire a las fuerzas del Eje en Túnez, luego fueron llevadas a cabo con el fin de ablandar a las fuerzas que más tarde se opondrían a un desembarco aliado en Sicilia o Italia. Un objetivo secundario era llevar la guerra más cerca de casa a los italianos, ello con la esperanza de que comenzaran a rechazar el régimen de Mussolini.

Iris Origo era una ítalo-americana viviendo en Italia durante la guerra. Su diario registra la guerra experimentada por los italianos ordinarios. Su anotación en el diario del 2 de mayo de 1943 fue un incidente del cual se enteró unos pocos días después, el bombardeo del antiguo puerto de Grosseto:

En el mes pasado un nuevo factor se ha introducido a la guerra italiana: los bombardeos diurnos por los “Liberators”. Ya incluso después de Cagliari, Nápoles y Trapani, los italianos comenzaron a darse cuenta que los nuevos ataques aéreos a plena luz del día eran diferentes, no en grado, sino en especie, a cualquier otro que hayan experimentado con anterioridad.

Y ahora, Grosseto. En la serie de vacaciones de Pascua a las dos de la tarde, un escuadrón de veintiséis Liberators voló sobre Grosseto. Después de haber dejado caer algunas bombas en el aeródromo, luego procedieron a volar muy bajo sobre la calle principal de la pequeña ciudad, que va desde la plaza central hasta el “parque de diversiones”, que ya estaba lleno de gente, con los carruseles operando en su totalidad.

Debido a la rapidez del ataque, la alarma no sonó hasta que los aviones ya estaban por encima de las cabezas, por lo que la calle estaba llena de gente en sus mejores galas y, a lo largo de todo el camino de la calle, la gente fue ametrallada.

Los aviones luego fueron al parque de atracciones y ametrallaron las lonas que cubrían los carruseles, que los niños estaban montando, e incluso persiguieron a algunas personas que intentaron escapar a los campos de trigo en los alrededores, dos coches por el camino y cuatro niños en un campo que estaban pastoreando a algunos gansos.

Luego, regresando de nuevo sobre la ciudad, una vez más se abalanzaron sobre la plaza. Allí una pequeña multitud se había reunido en torno al párroco, que estaba dando la absolución a los moribundos bajo el pórtico de la iglesia –y esta multitud fue ametrallada una vez más–. Una de las bombas cayó sobre la sala de operaciones del hospital, destruyendo la mayor parte de los equipos de primeros auxilios, por lo que a medida que los heridos comenzaron a llegar al hospital, los cirujanos y las enfermeras se encontraron sin vendas, hisopos o ligamentos.

Posteriormente los heridos fueron trasladados al hospital de Montepulciano y sus fotografías (especialmente las de los niños heridos o mutilados) han sido publicadas en los periódicos.

Estos relatos han hecho mucho daño. Sin embargo yo no creo que, cuando todo haya terminado, el historiador imparcial sea capaz de mantener ni la tesis fascista –sobre que estos ataques aéreos habían despertado por fin el odio del enemigo en la población italiana– o ciertamente la Aliada, que sólo han despertado el resentimiento contra el fascismo.

He conocido, por supuesto, a personas que han sentido fuertemente una u otra de estas emociones. Pero en la gran mayoría de la nación, la tónica todavía parece ser una apatía fatalista estúpida –la aceptación de que el desastre caerá sobre ellos desde el cielo–, como los hombres que viven a la sombra del Vesubio y el Fujiyama aceptan los torrentes de lava hirviendo.

Todo esto, parecen sentir, no es más que parte de la guerra –de la guerra que no querían, que no quieren–. Pero ellos no están dispuestos a hacer nada al respecto –no todavía–.

Si deseas saber más, lee “War in Val D’Orcia: An Italian War Diary, 1943-1944” [Guerra en Val D'Orcia: Un diario de guerra italiano], de Iris Origo.

En la actualidad es un tema controvertido si la ciudad fue ametrallada –esta no era una táctica empleada por Liberators que bombardeaban desde lo alto y no hay ningún registro de personas heridas de bala entre las víctimas–. Sin embargo, las bombas sí cayeron en el recinto de la feria y había muchos niños entre las víctimas. Origo registró cómo reaccionó la población local a los bombardeos y el que hubieran sido ametrallados se había convertido en un hecho colectivamente aceptado.

La misión de los bombardeos diurnos estaba dirigida al aeródromo cercano que era utilizado por los alemanes; que la ciudad se viera afectada no era en absoluto excepcional, dada la tecnología de las miras de las bombas de la época. Aproximadamente un mes después, el 20 de mayo, se realizó un segundo ataque, haciendo blanco en el aeródromo y matando a más de 1,600 tropas alemanas.

Niños heridos en un bombardeo sobre Grosseto. Todavía no está fuera de la memoria de los i

Niños heridos en un bombardeo sobre Grosseto. Todavía no está fuera de la memoria de los italianos que aviones estadounidenses descendieron a baja altitud para ametrallar el carrusel de la plaza de esta ciudad que estaba repleta de gente.

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La estación de Grosseto después del bombardeo.

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