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Judíos en la ciudad de Coesfeld, en el noroeste de Alemania, reunidos para su deportación al gueto de Riga, el 10 de diciembre de 1941.

En 1933, Víctor Klemperer era un profesor de lenguas romance en Dresden. En el transcurso de una década, él, como muchos otros judíos alemanes, perdió su trabajo, su casa y muchos de sus amigos, incluso su gato, ya que a los judíos les estaba prohibido tener mascotas. A lo largo de este tiempo, se mantuvo leal a su país y decidido a no emigrar, aunque comenzó a desesperarse y a volverse cada vez más pesimista mientras que los Nazis se afianzaban con más fuerza al poder e impusieron mayores restricciones a los judíos. Por muchos años, Klemperer se las arregló para escapar de los campos de concentración, en gran parte debido a que estaba casado con una alemana Aria. Durante este periodo, Klemperer mantuvo un diario que, para un judío en la Alemania nazi, era un acto atrevido en sí mismo.

20 de febrero, Domingo

 

Desde la mañana del viernes alterado y absorto por completo con una carta del municipio de Dölzschen, el automóvil debe ser vendido dentro de una semana. Estuve en la Comunidad Judía y ellos no estaban al tanto de ninguna ordenanza, en la Policía de Tráfico en Sachenplatz: ‘no somos responsables’, dos veces en Schlessgasse en la prefectura del condado, donde entregué mi licencia de conducir en ’38. La venta obligatoria estaba en vigor desde hace un año, no estaban obligados a mostrarme el decreto. Cansado después de una gran cantidad de idas y venidas, vieron el registro de mi vehículo, el cual les entregué entonces. Por suerte lo llevé al hombre local de la Opel en la calle Prager. Un hombre bien parecido, que inspiraba confianza, a principios de sus cuarenta, resultó que era sobrino de mi ex colega Barkhausen (ingeniero en comunicaciones y alguna vez demócrata -ahora- todavía tiene su puesto). Creo que su consejo fue bueno, yo estaba en todo caso muy cansado para hacer cualquier otra cosa. Resultado: como se deben impuestos todavía, el carro no encontrará un comprador que pague más que un desguace. Él, Barkhausen, tiene un amigo que es un distribuidor de segunda mano, confiable y de pensamiento decente, quien no explotará mi predicamento y el hecho de que no soy Ario. Acuerdo por teléfono: Meincke, el distribuidor, en la calle Schandauer, tomará posesión de nuestro cacharro, como chatarra, por 170 marcos. Mañana al alba, conduciremos juntos a Dölzschen, y él lo remolcará. Cuánto correr de un lugar a otro y cuánto tiempo parados, cuánta amargura hay en esta entrada, qué robo y que pérdida tan irreparable. ¿Cuándo podré tener un automóvil de nuevo?

 

 

El próximo golpe que se espera es la incautación de la máquina de escribir. Hay una forma de salvaguardarla. Tendrá que ser prestada por un propietario Ario. Está la amiga curiosa de la señora Voss, la señora Paul. Su segundo matrimonio fue uno muy feliz con un hombre de negocios judío, ahora está teniendo un divorcio desagradable con su tercer marido, un maestro Ario. A ella le gustaría mucho ayudarme; ella tiene temor debido al juicio. Todos tienen miedo de despertar la menor sospecha de ser amigable con los judíos, el temor parece crecer día a día.

Victor Klemperer y su esposa, Eva Schlemmer. Por muchos años, Klemperer pudo escapar de los campos de concentración nazis, en gran parte debido a que estaba casado con Eva, que era considerada una alemana Aria.

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