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Combate aéreo sobre la Isla Wake

Restos de un Grumman F4F-3 Wildcat del Escuadrón Marine de Cazas VMF-211 en la Isla Wake. Este era probablemente el avión del capitán Freuler, en la playa donde lo aterrizó de emergencia el 22 de diciembre de 1941, después de haber destruido a un B5N Kate en combate aéreo. Las balas penetraron su fuselaje, el tanque de vacío, mamparo, asiento y el paracaídas.

La pequeña guarnición en la Isla Wake había resistido tenazmente los embates e intentos de desembarco japoneses en el atolón. Con bombardeos navales y aéreos constantes, las fuerzas estadounidenses se habían reducido a unos cuantos aviones operativos.

 

Un primer intento de desembarco japonés había fracasado, pero los suministros estaban agotándose y no había posibilidad alguna de reabastecer a la guarnición. Mientras se hacía un último esfuerzo para proporcionar ayuda a los elementos estadounidenses mediante el envío de la Fuerza de Tarea 11, consistente del portaaviones Saratoga, así como otros cruceros y destructores, la fuerza naval japonesa, retornando de su ataque en Pearl Harbor, envió los portaaviones Sōryū y Hiryū para reforzar el desembarco en Wake; al conocerse esto la fuerza naval norteamericana decidió abortar la misión de ayuda.

 

Desolados, sin suministros y víctimas de la disentería y otras calamidades, los Marines estadounidenses no podían hacer mucho más frente a la fuerza abrumadora japonesa. John F. Kinney, relata los últimos esfuerzos de la guarnición norteamericana en Wake:

Los bombarderos de los portaaviones estaban de regreso al día siguiente y esta vez estaban acompañados por un nuevo tipo de caza que no habíamos visto antes -el Zero-. Habíamos logrado extraer un vuelo más de uno de los obstinados Wildcats y el capitán Freuler y el teniente Davidson estaban patrullando cuando los japoneses llegaron. De inmediato se lanzaron sobre ellos. Freuler rápidamente derribó dos de los aviones enemigos, irónicamente obteniendo una pequeña venganza por Pearl Harbor durante el proceso. El piloto de uno de estos aviones era el suboficial Noboru Kanai, cuya bomba soltada encima del Arizona dos semanas antes había sellado el destino de ese navío. Por supuesto, Freuler no tenía idea a quién había derribado ni tampoco tenía tiempo para preocuparse en ese momento. Las balas de su ametralladora rasgaron otro avión enemigo y éste estalló tan cerca, por debajo de él, que la explosión dañó las superficies de control de su propio avión y lo hizo excesivamente difícil de volar. Con un Zero en su cola y trazadores silbando a un lado, Freuler se fue en picada hacia el océano, esperando que el piloto enemigo no lo siguiera por mucho tiempo. El piloto japonés terminó su persecución, no sin antes de poner balas en el hombro y la espalda de Freuler. A pesar de las heridas en él y en su avión, Freuler logró regresar a Wake. Sus heridas le dificultaron el aterrizaje, pero pudo bajar el tren de aterrizaje y traer su avión a tierra a salvo antes de quedar inconsciente. El daño a su avión era extenso, pero el sargento Hamilton comenzó las reparaciones de inmediato. El teniente Davidson no regresó. La última vez que se le vio fue cuando Freuler observó detrás de él y lo divisó atacando un Zero, con otro justo detrás de él.

 

Sin más aviones que volar, el mayor Putnam ofreció al personal del VMF-211 para auxiliar al batallón de defensa del mayor Devereux de cualquier forma que pudieran hacerlo.

 

Para este momento, muchos de los hombres en la isla estaban enfermos. La labor constante y agotadora de reparar el daño de los bombardeos japoneses y fortalecer las defensas contra ataques futuros nos estaba desgastando a todos. Aunado con la carga de trabajo constante estaba el hecho que nuestras dietas también estaban sufriendo. Los alimentos llegaban en intervalos irregulares y frecuentemente teníamos que valernos por sí mismos para gorronear por algo de comer. Como muchos de los hombres, comencé a sufrir de episodios recurrentes, casi constantes, de diarrea. Ninguno de nosotros quería ceder e ir al hospital cuando aún había tanto trabajo por hacer, pero finalmente llegó al punto en que difícilmente podía hacer cualquier cosa productiva. Había volado once misiones y había trabajado incesantemente para mantener nuestros pocos Wildcats operativos. Estaba exhausto, estaba enfermo y finalmente decidí ingresar al hospital el 22 de diciembre para cualquier tratamiento que estuviera disponible.

Si deseas saber más, lee “Wake Island Pilot” [Piloto de la Isla Wake], del general brigadier John F. Kinney.

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