Australianos masacrados en Parit Sulong
Parte del Diario de Guerra del Batallón de Infantería 2/29 de la Fuerza Imperial Australiana que resume los eventos ocurridos el 21 de enero de 1942 cuando intentaron romper las líneas japonesas en Parit Sulong, Malasia. Sólo 120 miembros del Batallón 2/29 lograron escapar del asedio del ejército japonés -menos de una cuarta parte de la cantidad disponible durante la batalla en Muar-.
Después del exitoso ataque inicial contra los japoneses en el Río Muar, el Batallón de Infantería 2/29 había repelido fuerzas superiores mientras se retiraban más allá de la península de Malaya. El 21 de enero de 1942 llegaron al río ubicado en Parit Sulong en Johor, Malasia. Se esperaba que resistieran de nueva cuenta en este lugar, pero el puente en este río ya había sido ocupado por los japoneses, quienes no tardaron en rodearlos de forma efectiva. Fue entonces que se dio una batalla feroz mientras intentaban romper el cerco, pero al final esto se volvió imposible.
El 22 de enero se tomó la decisión de escapar a través de la selva y regresar a las líneas británicas, pero resultó imposible llevar a los heridos y tuvieron que ser dejados en el lugar, lo más confortablemente posible en sus camillas, al lado del camino. Tendrían que esperar a la llegada de las fuerzas japonesas y convertirse en prisioneros de guerra. Entre los heridos se encontraba el teniente Ben Hackney que se encontraba gravemente herido en sus dos piernas, una de las cuales estaba rota y no podía caminar. La historia oficial tiene que ser tomada de su propio relato para descubrir los hechos subsecuentes:
Aquéllos que fueron dejados atrás en Parit Sulong pronto encontrarían un destino muy típico que por muchos ya era conocido y muchos más habrían de experimentarlo a manos de los japoneses. Entre los heridos que no pudieron ser llevados estaba Hackney, que es citado sin restricciones no sólo por su valor y energía durante la lucha, sino también porque después escribió un testimonio vivo e irresistible de lo sucedido a él y los que se encontraban a su alrededor. El desenlace de lo ocurrido en Parit Sulong no puede ser descrito de mejor manera mas que elaborando sobre su propio relato y citándolo en parte.
Hackney y el teniente Tibbitts se encontraban juntos cuando ocurrió la retirada. Tibbitts se quedó con un rifle Bren y mientras se encontraba buscando por más municiones, Hackney continuó disparando por debajo de un camión, esperando de esta manera que aquéllos que se retiraban tuvieran una mejor oportunidad para escapar del enemigo. Cuando Tibbitts regresó y en el tiempo de suspenso mientras esperaban que llegaban los japoneses por ellos, platicaron de 'un baño, estar en ropas otras que no estuvieran rotas, sucias y llenas de sangre, una cama y poder dormir' y otras cosas que 'no sabían antes lo bueno que eran'.
Los japoneses fueron lentos al movilizarse pero, al final, cuando el fuego de la columna había cesado 'de todas las direcciones, pero particularmente del norte y oeste, criaturas parlantes empezaron a dejarse ver, frecuentemente gritando algo a alguien no muy lejano de nosotros'.
Juntaron a todos los heridos con patadas, maldiciones, culatazos y golpes de bayoneta. Indispuesto para caminar, Hackney fue auxiliado por Tibbitts, ambos siendo acosados por una serie de golpes. Al otro lado del puente, ellos y los otros prisioneros fueron obligados a desnudarse y sentarse en un círculo, Hackney calculó que los remanentes de la fuerza, mutilados y bañados en sangre, era de 110 australianos y 40 indios.
Muchos japoneses parecían que disfrutaban al patear en heridas que estaban abiertas y tan grande era su placer que cualquier signo de dolor representaba que la dosis fuera repetida. Ninguna parte de los cuerpos de los prisioneros escapó a la brutalidad de sus captores.
Sus ropas fueron revisadas por un hombre blanco de habla inglesa vestido como soldado británico y después colocada en una pila. Tantos como fuera posible fueron empujados a la fuerza en un cobertizo, pronto había tanta gente que empezaron a ser echados unos encima de otros, por ende agudizando el dolor. Los llamados por agua y atención médica fueron ignorados y la movilización a otro edificio era bajo los términos de una mayor brutalidad.
Los rifles, tanques y tropas japonesas empezaron a fluir el resto de la tarde. Cuando se detenían, las tropas corrían a ver los prisioneros y aumentaban su sufrimiento. Uno de los muertos fue colocado en posición vertical con una mesa recargada en un camión. El cuerpo 'parecía divertir enormemente a los japoneses que lo hicieron y posteriormente fue objeto de ridiculización por parte de muchos otros japoneses'.
Un indio que se encontraba al frente del edificio recobró la conciencia. Los japoneses a cargo le dieron una serie de patadas, lo golpearon con un rifle, cargaron contra de él con una bayoneta una y otra vez, para después lanzar el cuerpo al agua cercana.
Posteriormente, al parecer, la ola de salvajismo tendría que ser controlada. Un oficial gritó órdenes: surgieron cascos y tazones llenos con agua y paquetes de cigarrillos. Mientras éstos eran colocados fuera del alcance de los hombres sedientos, japoneses que recién llegaban tomaron fotografías de la escena. Después el agua fue lanzada al piso y los cigarrillos retirados.
Al atardecer, los prisioneros fueron amarrados en grupos con cuerdas o alambres. Jalando las cadenas, pateando y golpeando a palos a las víctimas, sus captores se los llevaron dejando a unos cuantos, incluyendo Hackney, que los daban por muertos o que se encontraban a punto de morir. Sacaron la gasolina de los vehículos varados de la columna australiana y se fueron. Fingiéndose muerto, Hackney más tarde escuchó el ruido de las ametralladoras y vio un destello de fuego. Arrastrándose más tarde en la noche, centímetro a centímetro, pero armándose de valor para incluso sufrir más golpes y bayonetazos, quitándose sus botas a jaloneos a pesar del dolor agonizante, Hackney se arrastró hasta un edificio culi (en la India, China y otros países de Oriente, son trabajadores o criados indígenas). Allí, mediante un largo proceso contra una esquina de un bloque de la cimentación, cortó la cuerda que amarraba sus muñecas.
Después de seguir arrastrándose agónicamente, encontró agua y a dos miembros de su batallón –uno de ellos el sargento Ron Croft-, 'ambos olían fuertemente a gasolina'. Croft le dijo a Hackney que él y su compañero habían sido de los pocos que no estaban amarrados al momento en que dispararon contra ellos. Cayeron, sin ser heridos, y fingieron estar muertos. Fue entonces que la gasolina fue vertida sobre el grupo y después encendida, pero Croft se las arregló para liberarse del resto, ayudando a su compañero que se encontraba gravemente herido.
Croft auxilió a este hombre a través de la espesa jungla cerca del río. Débil, con sus nervios deshechos y más pequeño que Hackney, que pesaba unos noventa kilos, se las arregló para regresar y echarse a Hackney al hombro.
Más adelante se vieron forzados a dejar a Hackney, pero él sobreviviría por las próximas seis semanas arrastrándose a través de la selva, recibiendo ocasionalmente comida y asistencia de parte de los malasios quienes, cada vez que lo ayudaban, arriesgaban su vida si fueren descubiertos.
Eventualmente, Hackney fue recapturado y sobrevivió a muchas otras dificultades y brutalidades como prisionero de guerra. Fue su evidencia la que llevó al enjuiciamiento por crímenes de guerra al teniente general Takuma Nishimura, quien estaba a cargo de las fuerzas japonesas en Parit Sulong. Nishimura fue sentenciado y ejecutado por ahorcamiento en 1951.
Si te interesa leer el Diario de Guerra en su totalidad puedes descargarlo del Australian War Memorial [Memorial de Guerra Australiano].
Un retrato oficial de Ben Hackney tomada en 1946, él sobrevivió a la guerra como prisionero de los japoneses.
El teniente general Takuma Nishimura, quien era responsable de las fuerzas japonesas durante la masacre de Parit Sulong. Más adelante, las fuerzas a su cargo fueron también las que causaron la exterminación sistemática de chinos en Singapur, conocida como la masacre de Sook Ching.
El puente de Parit Sulong en 1963, donde soldados australianos e indios pelearon en la etapa final de la Batalla de Muar en contra de fuerzas japonesas superiores. Una placa en memoria de los caídos fue erigida allí en ese año.