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Duelo aéreo sobre el sur de Inglaterra

La primera versión del caza nocturno Beaufighter Mark IIF, R2270, equipado con planos de cola diedra y proveído con el radar AI Mark IV, en vuelo. Este avión sirvió con el Escuadrón Nº 406 de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF).

La Luftwaffe continuó llevando a cabo “ataques fastidiosos” en Gran Bretaña y la Real Fuerza Aérea (RAF) continuó desarrollando medios para responder a ellos. Cuando se hizo evidente que se estaban aprovechando el clima inusualmente malo, arrastrándose sobre la costa sur, entre espesa niebla y nubes bajas, los cazas nocturnos fueron puestos en acción antes de tiempo para combatir con ellos.

John “Ojos de Gato” Cunningham ya estaba haciéndose de una reputación como un hábil piloto de caza nocturno. La propaganda británica le atribuía una visión nocturna especialmente buena -de ahí el apodo-, pero esto era en gran parte una artimaña para encubrir la eficacia del radar a bordo de los cazas nocturnos, que ahora estaba dando una ventaja muy particular. Volando con Cunningham estaba el navegante observador/operador de radar C.F. Rawnsley. Sus memorias de la posguerra incluyen una larga descripción de las dos y media horas que tuvieron lugar en la penumbra de la tarde del 23 de mayo de 1942:

A las cuatro de la tarde nos lanzamos tras de ellos en la llovizna y fijamos nuestro curso a Swanage. La tierra se había ido en un instante y nos quedamos solos en el centro de una bola de blanco vacío. Sólo las agujas del panel de instrumentos de vuelo a ciegas podían decirnos lo que estaba sucediendo: velocidad del aire, techo, velocidad de ascenso, altitud, dirección. Sin ellos estábamos en cualquier parte y en ninguna parte y teníamos que creerles o perecer. Estábamos todavía, flotando inmóviles en el vacío, yendo ni arriba o ni abajo, hasta que observamos los instrumentos.

Llamando a Starlight, John recibió respuesta en la voz tranquilizadora de Keith Geddes, que estaba en un descanso de los vuelos operativos y fungiendo como un controlador en el GCI [Control de Interceptación en Tierra]. Keith nos dio las direcciones para una fácil y rápida persecución de cola y, muy pronto, John tenía un Heinkel a la vista a un millar de yardas adelante. Y casi de inmediato nos resultó obvio que la tripulación de dicha aeronave no iba a ser sorprendida tomando una siesta.

El Heinkel giró pronunciadamente hacia la izquierda y volvió rápidamente hacia nosotros, los artilleros disparando andanadas mientras destellaban a sólo unos cientos de yardas del haz de luz. John tenía ya al Beaufighter esquivándolos, la fuerza del giro presionándome atrozmente en mi asiento.

Pero este piloto alemán sabía lo que hacía y ya se había desvanecido en la niebla antes de que diéramos la vuelta. Empujé mi cabeza hacia abajo en el visor, pero mis ojos se habían quedado tan deslumbrados por la luz exterior que pasó casi un minuto antes de que yo pudiera distinguir algo en la carátula de los tubos de rayos catódicos y para ese momento no había nada digno de ver.

El Heinkel se sólo se perdió brevemente porque fueron guiados de nuevo hacia el objetivo por el controlador en tierra de “Starlight”, pronto el piloto del Heinkel sabía que la persecución se había reiniciado.

Me preguntaba cuáles serían sus sentimientos y si estaba empezando a desesperarse cuando reaparecimos detrás de él unos minutos más tarde. Desde luego, no mostró signos de pánico, ya que de inmediato repitió su acertada táctica de enfrentar nuestro ataque.

Pero esta vez John ya estaba girando hacia dentro de él, decidido a no ser repelido. Las vueltas se acentuaron hasta que el Heinkel parecía estar casi al revés sobre nuestras cabezas. Los efectos de las "G" se estaban volviendo intolerables mientras que el duelo se convirtió en un encuentro sombrío y devanado, un término que John siempre utilizó para describir dos aviones tratándose de ganarse las vueltas entre ellos. Mis ojos estaban arrastrándose en sus órbitas y mis músculos del cuello dolían por el esfuerzo enorme que hacían para tratar de mantener la cabeza en alto. Por el intercomunicador podía escuchar la respiración de John entrecortarse mientras enrollaba sin descanso esas toneladas de metal alrededor del cielo.

Las maniobras evasivas continuaron y Rawnsley se hizo agudamente consciente, sólo por los instrumentos, de lo cerca que estaban del suelo en ocasiones. Finalmente el Heinkel pareció escapar de ellos, desapareció del radar y no pudo volver a localizarse. Cunningham siguió al faro de recalada de regreso al aeródromo en Middle Wallop y luego se sumergió por debajo de las nubes para encontrar la pista de aterrizaje.

Y entonces nos dijeron que nuestro adversario también había visto la bendita tierra de nuevo, a pesar de que sólo debió haber sido por un horrible breve momento. El alemán siguió en picada casi verticalmente en un último intento desesperado por escapar, cuando atravesó las nubes a unos cuantos cientos de pies por encima de ese terreno inesperadamente alto, empapado de laderas, de Cranbourne Chase. Debió haber fallado por sólo unos metros para tratar de subir a tiempo; cerca de las solitarias avenidas encrucijadas de Alvediston se encontraron los restos del Heinkel con lo que quedó de ese piloto espiritoso y su tripulación.

Volaban a 550 kilómetros por hora cuando perdieron contacto con su presa. Cunningham había derribado al Hauptmann (capitán) Langar, el oficial al mando de la unidad de desarrollo de la Luftwaffe K. Gr. 100, sin haber disparado un solo tiro.

No es sorprendente que las cautivantes memorias de Jimmy Rawnsley causaran una especie de impacto cuando se publicaron después de la guerra, dejando al descubierto los métodos de operación que habían sido mantenidos en secreto hasta entonces.

Si deseas saber más, lee “Night Fighter” [Caza nocturno], de C. F. Rawnsley.

El Heinkel He111 se convirtió en una vista relativamente familiar en Gran Bretaña, durante el verano y el otoño de 1940; este avión era el pilar de la flota de bombarderos alemanes.

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