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Manila es bombardeada

El edificio Myers en la zona de la ciudad se incendia incontrolablemente, mientras los chorros de agua de los bomberos aparentemente son ineficaces sobre el fuego. Esta fue una de las primeras fotos que salieron de Filipinas desde que inició su invasión. En primer plano se observa un camión destruido por el bombardeo.

En la tarde del 24 de diciembre, el general Douglas MacArthur había dejado Manila para dirigirse a la isla fortificada de Corregidor. Manila, en un intento por salvar a sus habitantes de ubicarse en medio del campo de batalla, había sido declarada una ciudad abierta. Sin embargo, los japoneses continuaron bombardeándola.

 

La declaración de ciudad abierta significaba que todos los esfuerzos defensivos de la ciudad capital filipina serían abandonados. El periodista, novelista y editor en jefe de la Prensa Libre de las Filipinas, Teodoro M. Locsin, describe los primeros bombardeos de la ciudad de Manila por los aviones japoneses:

Hoy estuvo mal. Ellos bombardearon la ciudad.

 

Yo estaba en el edificio Wilson. Tenía un asiento en primera fila. Vi a los bombarderos -nueve de ellos, en hermosa formación- brillando en el sol. Cuando estaban sobre el edificio y ya no se podían ver, los periodistas se volvieron hacia la máquina de escribir o el teléfono. Entonces, de repente, tres fuertes explosiones. El edificio tembló. Corrí hacia la ventana y vi las bombas florecer-como dijo el joven Mussolini tan lindamente- en la zona portuaria. Se parecían a los noticieros de ellos. Después de un tiempo, vi como comenzaron dos incendios.

 

Dejaron caer bombas a lo largo de una línea que corría desde Chicago y las Calles 13 a través de la Zona Portuaria hasta la vecindad del edificio Marsman. El edificio Myers, el almacén de enlace de la Terminal Portuaria de Manila y la lavandería del Cuerpo de Intendencia del Ejército de los Estados Unidos fueron impactados directamente. Alrededor de 150 personas murieron o resultaron heridas.

 

Poco después de que cayeran las bombas, comenzando los incendios, el olor agrio del hule quemándose y la escena de los soldados poniéndose sus máscaras de gas propagó el rumor salvaje de gas. Este fue el primer caso real de pánico. El rumor que circuló hace una noche que el agua había sido envenenada había alterado algunos estómagos extremadamente susceptibles a la sugestión, nada más. El rumor del gas, el temor a esta nueva forma de muerte, para la ciudad, destrozó la calma de aquellos a los que alcanzó, lo que la no menos cierta promesa de muerte por las bombas había fallado hacer.

 

Un hombre sumergió su pañuelo en el agua de la cuneta y se cubrió la nariz con lo que esperaba que fuera un buen sustituto de una máscara antigás estándar. Según un periodista cuya veracidad en este caso puede ser gravemente puesta en duda -es una historia tan buena- el hombre pronto se desmayó.

 

Almorcé y volví a la oficina. Allí me dijeron que teníamos la tarde libre. Había olvidado que el día siguiente era Navidad. Siempre teníamos la tarde libre el día antes de Navidad.

 

El hombre que me dijo las buenas noticias parecía bastante alterado y le pregunté cuál era el problema. Tenía un hermano, me dijo, trabajando en la oficina de impresión, uno de los lugares bombardeados.

 

“Él estaba de pie con algunos hombres en la puerta cuando la primera bomba cayó. Él se fue adentro. Los otros se quedaron donde estaban y la próxima bomba los mató. Si mi hermano se hubiera quedado con ellos...”

 

Varias alarmas por la tarde. Las autoridades están considerando la propuesta de declarar a Manila una ciudad abierta. Sólo porque nos bombardearon una vez.

 

“¿Estamos pidiendo tregua del enemigo? ¿Ya no estamos seguros de la victoria? ¿Qué es una ciudad?”

 

La gente sueña con armas y la oportunidad de luchar contra el enemigo, si es necesario, en las calles. La gente no puede entender este negocio de ciudad abierta.

 

Al atardecer, un hombre de uniforme de un mayor del Ejército de los Estados Unidos entró en el patio y nos dijo que apagásemos un fuego que habíamos hecho bajo un árbol de mango. A primera hora de la tarde recogimos las hojas muertas en el patio e hicimos una pequeña hoguera. Quedaba muy poco del fuego, sólo un poco de humo todavía arremolinándose de la pila de cenizas. Seguramente, no lo suficiente como para constituir una violación del corte de luz...

 

La noche anterior habíamos llamado repetidamente la atención del hombre uniformado a una luz que se veía a través de una de las ventanas de su casa. Ahora, pensamos, estaba tratando de vengarse de nuestra “oficiosidad”. Debido a su envestidura de autoridad, no tuvimos más remedio que cumplir con su orden. Mientras apagábamos las brasas, lo vimos caminar rígidamente fuera del patio.

 

Esa noche un escuadrón de soldados, armados con rifles y una ametralladora, rodearon la casa del hombre con uniforme de mayor y vimos a nuestro visitante del atardecer salir de la casa y rendirse tranquilamente a los soldados. Había estado enviando, nos enteramos por uno de los soldados -que tuvieron que atravesar nuestro patio para llegar a la morada del hombre- información al enemigo.

 

Traté de recordar cómo se veía cuando habló con nosotros por la tarde. En mi mente volví a ver el recto aspecto militar del hombre, el cabello cortado, el bigote bien arreglado, los duros ojos grises y los labios inflexibles, la voz neutra, el acento correcto. Pensé en la posible combinación de circunstancias que lo habían llevado a tomar tal ocupación. Me preguntaba si tenía esposa e hijos, esperando su regreso. Me preguntaba qué clase de futuro pudiera haber tenido si no lo hubieran capturado. Me preguntaba, mientras lo llevaban, qué clase de hombre era.

 

Supongo que lo fusilaron.

 

Cuarenta transportes japoneses fueron avistados hoy frente a la costa de Atimonan, Tayabas. A pesar de las grandes pérdidas, el enemigo fue capaz de efectuar un desembarco. Se informó que nuestras tropas “se estaban comportando muy bien”. Como era costumbre, eran superados en número.

 

Varios transportes japoneses también fueron avistados frente a la costa de Batangas. Sin embargo, no se intentó ningún desembarco.

 

El cuartel general de la USAFFE [Fuerzas en el Lejano Oriente de los Estados Unidos de América] no dijo nada sobre la situación en Davao. Permanecía, para ser exacto, “oscuro”.

Si deseas saber más, visita el sitio The Philippine Diary Project [El proyecto de diario de Filipinas], un sitio muy interesante que cuenta con diversas memorias de la historia filipina.

Manila fue declarada ciudad abierta en diciembre de 1941 para evitar su destrucción al tiempo que Japón invadía las Filipinas.

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