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Franco y España no apremian entrar en la guerra

Esta fotografía muestra Gibraltar antes de la guerra con algunos de sus residentes británicos. Tanto Hitler como Franco deseaban neutralizar Gibraltar.Pero por grande que fuera su deseo, el temor de Franco de los alemanes hizo que se contuviera en su decisión de permitir que las fuerzas alemanas entraran en territorio español para atacarla.

La relación entre Adolf Hitler y Francisco Franco, el dictador español, fue en más de una ocasión compleja, a veces un drama tragicómico rayando en el absurdo. Durante los meses previos a febrero de 1941, Hitler había estado insistiendo para que España permitiera el tránsito de tropas alemanas por suelo ibérico, fundamentalmente con el objetivo de neutralizar la base inglesa en Gibraltar en una operación que nunca se llevó a cabo –la Operación Félix-, al mismo tiempo que el Führer presionaba para que los españoles abandonaran su neutralidad y entraran en la guerra al lado de las fuerzas del Eje, sin embargo, el caudillo peninsular mostraba vacilaciones al respecto.

 

El 6 de febrero de 1941, Hitler había enviado una carta a Franco solicitándole que definiera su posición respecto de la entrada de España en la guerra, recordándole el apoyo que Alemania e Italia le habían brindado durante la Guerra Civil española. El 26 de febrero, Franco respondía:

Su carta del 6º me hace desear que le envíe mi respuesta con prontitud, ya que considero necesario hacer algunas aclaraciones y la confirmación de mi lealtad.

 

Considero, como usted mismo lo hace, que el destino de la historia ha unido a usted conmigo y con el Duce de manera indisoluble. Nunca he necesitado estar convencido de ello y como les he dicho más de una vez, nuestra Guerra Civil, desde sus inicios y durante todo su curso, es más que prueba. También comparto su opinión de que el hecho que España se encuentra en ambas orillas del Estrecho le obliga a la mayor enemistad con Inglaterra, que aspira a mantener control del mismo.

 

Estamos hoy donde siempre nos hemos mantenido, de manera decidida y con la más firme convicción. No debe tener ninguna duda sobre mi lealtad absoluta a este concepto político y a la realización de la unión de nuestros destinos nacionales con los de Alemania e Italia. Con la misma lealtad, le he dejado en claro, desde el inicio de estas negociaciones, las condiciones de nuestra situación económica, las únicas razones por las que hasta ahora no ha sido posible determinar la fecha de la participación de España.

 

Teniendo en cuenta nuestras propias dificultades de la posguerra, usted recordará que nunca he fijado un período demasiado corto para nuestra entrada en la guerra. Permitidme, Führer, decirle que el tiempo transcurrido hasta el momento no se ha perdido por completo, ya que ciertamente no hemos estado obteniendo suficientes grandes cantidades de grano para permitirnos aumentar las existencias, pero sin duda para algo de el pan necesario para el sustento diario de las personas que, de otra manera, hubieran perecido de hambre en un número considerable.

 

Por otra parte, debe reconocerse que en la cuestión del suministro de productos alimenticios, Alemania no ha cumplido con sus ofertas de apoyo efectivas hasta hace muy recientemente. Ahora estamos empezando a movernos en el terreno de los hechos concretos y, dentro de este campo, no hay nada que desee más que acelerar las negociaciones cuanto más sea posible. Con miras a este fin, hace varios días le envié información sobre nuestras necesidades en cuanto a productos alimenticios y en los campos de la economía general y militar. Estos datos están abiertos a nuevos análisis, aclaración, verificación y diálogos, con el fin de llegar rápidamente a la solución que nos interese igualmente a ambos. Sin embargo, usted comprenderá que en un momento en el que el pueblo español está sufriendo la mayor hambruna y soportando todo tipo de privaciones y sacrificios, no es ciertamente propicio que les pida mayores sacrificios si mi apelación no va precedida del alivio de esta situación, que al mismo tiempo nos pueda permitir llevar a cabo previamente una propaganda inteligente sobre la constante amistad y el apoyo efectivo del pueblo alemán, que volverá a despertar en los españoles los sentimientos de amistad sincera y la admiración que siempre han tenido para su nación.

 

Mis observaciones sobre el clima eran simplemente una respuesta a sus sugerencias y no eran, de ninguna manera, un pretexto para posponer indefinidamente lo que será nuestro deber hacer en el momento adecuado.

 

Durante la reciente conferencia en Bordighera, di prueba al mundo de la naturaleza de mi actitud resuelta; esta conferencia también sirvió como una llamada al pueblo español, marcando la dirección en la que se encuentran sus obligaciones nacionales y la preservación de su existencia como nación libre.

 

Debo repetir una observación a Vuestra Excelencia; el cierre del Estrecho de Gibraltar no es sólo un requisito previo para la mejora inmediata de la situación de Italia, sino también quizás para el final de la guerra. Sin embargo, con el fin de que el cierre de Gibraltar pueda tener un valor decisivo, también es necesario que el Canal de Suez sea cerrado al mismo tiempo. Si esta última circunstancia no puede llevarse a cabo, nosotros, que estamos haciendo esta contribución real de nuestro esfuerzo militar, tenemos el deber sincero de señalar que la situación de España, en el caso de una guerra excesivamente prolongada, se convertiría entonces en una extremadamente difícil.

 

Usted habla de nuestras demandas y las compara con los suyas y las de Italia. No creo que uno pudiera describir las demandas españolas como excesivas y, menos aún, si se considera el enorme sacrificio de los españoles en una batalla que fue precursora digna de la presente.

 

Con respecto de este punto, la precisión necesaria tampoco existe en nuestro acuerdo. El protocolo de Hendaya –permítame expresarlo- es, en este respecto, muy vago y Vuestra Excelencia recuerda las condiciones (hoy tan cambiadas) de estas vaguedades y falta de precisión. Los hechos en su desarrollo lógico, actualmente han dejado muy por detrás las circunstancias que tuvieron que ser tomadas en consideración con respecto de la situación prevaleciente, y el protocolo existente en aquel momento debe ser considerado obsoleto en el presente.

 

Estos son mis respuestas, querido Führer, a sus observaciones. Quiero disipar con ellas toda sombra de duda y declarar que estoy listo a su lado, por completo y decididamente a su disposición, unido en un destino histórico común, deserción del cual significaría mi suicidio y aquella de La Causa que he liderado que representa a España. No necesito ninguna confirmación de mi fe en el triunfo de su Causa y repito que siempre seré un fiel seguidor de la misma.

 

Créame su amigo sincero, con un cordial saludo,

 

F. FRANCO

Si quieres saber más, lee “Franco and Hitler: Spain, Germany, and World War II” [Franco y Hitler: España, Alemania y la Segunda Guerra Mundial], de Stanley G. Payne.

Adolf Hitler se reunió con el caudillo español Francisco Franco durante 12 horas de conversaciones en la estación de tren de Hendaya, en Francia, el 23 de octubre de 1940. (Foto cortesía de la revista LIFE).

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