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Manteniendo la línea en Ladoga

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Un cañón ligero alemán de 10.5 cm leFH 18 utilizado en el frente ruso, en el invierno de 1942/1943.

Aunque todavía los alemanes mantenían las líneas de sitio cerca de Leningrado, una ofensiva del Ejército Rojo en enero de 1943 tuvo éxito al abrir una ruta de suministro terrestre hacia la ciudad a lo largo de la costa suroccidental del Lago Ladoga. A mediados de marzo, los soviéticos comenzaron la Segunda Batalla de Ladoga, en otro empuje contra las líneas alemanas al este de Leningrado.

El oficial de la Wehrmacht, William Lubbeck, describe las semanas de relativa calma en Krasny Bor, al norte de la Unión Soviética, con algunos desafortunados incidentes:

A finales de marzo, la 58ª División de Infantería fue retirada de Nóvgorod y viajó unos 100 kilómetros al norte del Lago Ilmen para ayudar a reforzar este sector amenazado. Cuando nuestra división llegó a la línea del frente cerca de la ciudad de Krasny Bor, justo al sur del Río Neva, nos colocaron en una posición de reserva detrás de la División Azul Española, que luchaba en Rusia como un aliado alemán.

 

Para este momento, la 13ª Compañía había pasado por un par de cambios adicionales en el liderazgo. Con el segundo teniente Münstermann y su sucesor, el segundo teniente Jürgens, ambos promovidos para comandar batallones en nuestro regimiento, el segundo teniente Reichardt había sido puesto a cargo de nuestra compañía. Tal vez en preparación para un futuro ascenso, Reichardt me designó para servir como enlace informal entre nuestra compañía de armas pesadas y las fuerzas españolas estacionadas frente a nosotros.

 

Más allá de coordinar el uso de nuestros cañones pesados para apoyar a los españoles en caso de un ataque soviético, me encargaba de cualquier otro problema que pudiera surgir entre nuestra compañía y su división. En general, había una buena relación entre las tropas alemanas y españolas, pero no estábamos seguros de la capacidad de los soldados españoles en el campo. Sus fuertes pérdidas en el mes anterior de combate en este sector redujeron nuestra confianza en su capacidad para resistir un ataque rojo serio.

 

Cuando el fuego de la artillería soviética comenzó a aporrear las posiciones españolas un par de días más tarde, nuestra compañía acudió de inmediato al apoyo de las tropas españolas con nuestros obuses y morteros de 105 milímetros recién distribuidos. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, el asalto ruso envió a una parte de las tropas españolas tambaleándose hacia atrás.

 

En respuesta a la crisis, la infantería experimentada de nuestro regimiento rápidamente avanzó y contraatacó para evitar que la penetración inicial del enemigo se convirtiera en un avance a gran escala. En un par de horas, nuestras tropas habían obligado al Ejército Rojo a retirarse y habían estabilizado las líneas del frente.

 

En las semanas de relativo silencio que siguieron, se nos permitió un descanso muy necesario detrás del frente. Al igual que en otras regiones de Rusia, los poblados alrededor de Krasny Bor eran en su mayoría sólo un tramo de carretera con casas a ambos lados. El Ejército Rojo había incendiado muchas casas y pueblos durante su retirara de tierra arrasada al comienzo de la guerra, pero algunas estructuras cercanas a nuestra posición permanecieron intactas.

 

Un grupo de nosotros de mi compañía fue alojado temporalmente en una de estas casas rusas sobrevivientes por unas pocas noches. Aunque generalmente alojados en residencias desocupadas, en este caso compartimos la pequeña casa con sus residentes, dos mujeres entre los treinta o cuarenta años y sus hijos. De hecho, estas fueron las primeras mujeres rusas que tuve desde que estuvimos estacionados en Uritsk más de un año atrás. Como solía ser el caso con los civiles rusos con los que nos encontramos, parecían casi apáticos con respecto de nuestra presencia.

 

Durante este período de calma relativa en Krasny Bor, varios soldados de mi regimiento utilizaron un banya ruso cercano para relajarse. Esto condujo a una tragedia inesperada cuando los soldados de la División Azul española decidieron participar en prácticas de tiro con una ametralladora en el mismo lugar. Abriendo fuego, accidentalmente mataron a los cuatro alemanes que se habían estado relajando dentro de la casa de baños. Aunque este incidente naturalmente causó un poco de encono hacia los españoles, la mayoría de nosotros habíamos llegado a estar tan acostumbrados a la muerte que casi estábamos desensibilizados.

Si deseas saber más, lee At Leningrad’s Gates: The Story of a Soldier with Army Group North [A las puertas de Leningrado: la historia de un soldado con el Grupo de Ejército Norte], de William Lubbeck.

Reemplazos de la División Azul española son instruidos en el uso de ametralladoras.

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