Golpe de estado en Yugoslavia
Pedro II (al centro) fue declarado mayor de edad y fue colocado en el trono como consecuencia del golpe de Estado en Yugoslavia el 27 de marzo de 1941. En la imagen, Dušan Simović (a la izquierda), orquestador del golpe de Estado, el rey Pedro II de Yugoslavia, y Radoje Knežević en Londres, en junio de 1941.
El 27 de marzo de 1941, tan sólo dos días después de la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, un grupo liderado por serbios nacionalistas que se oponían al régimen pro-nazi, dio un golpe de Estado que derrocó al gobierno yugoslavo encabezado por el Príncipe Regente Paul y el Primer Ministro Dragiša Cvetković.
Ese mismo día, el secretario de Asuntos Exteriores de Japón, Yōsuke Matsuoka, estaba en Berlín en misión diplomática a punto de reunirse con Hitler, quien había emitido recientemente la orden para estrechar la colaboración alemana con la nación japonesa. Como parte del séquito que estuvo en estas reuniones estaba el Dr. Paul Schmidt, quien era el intérprete oficial de Hitler durante los eventos que se estaban desarrollando de forma vertiginosa. Schmidt recordó de ese día:
La primera reunión con Hitler tuvo lugar el día después de la llegada de Matsuoka. La ceremonia que rodeaba a tales recepciones ha sido descrita frecuentemente. En muchos particulares era como una ‘estación’. La utilería era la misma. La más notable característica de la recepción era la caminata a lo largo del pasillo de 150 metros de la nueva Cancillería; uno podía ver inmediatamente si el visitante se encontraba en casa en parqué pulido. Aquí, es verdad, eran mosaicos de mármol, no parqué, pero eran tan lisos que obligaban al visitante a cubrir los 150 metros hasta las grandes puertas abatibles de la antesala a la oficina de Hitler con pasos cortos, prudentes y corteses. Cuando se abrían estas puertas sólo unas cuantas personas eran admitidas por el Ministro de Estado Meissner, el Gran Maestro de Ceremonias de Hitler, que gobernaba aquí. Cualquier otro, sin importar cuan fino era su uniforme, era cortes pero decididamente interceptado por el personal de Meissner y los dirigía hacia otras antesalas, donde se mantenían más o menos bajo observación.
Por ello, en tal ocasión estaban, aparte de Hitler y Matsuoka, sólo dos embajadores –Ott, nuestro embajador en Tokio, y Oshima, el embajador japonés en Berlín, cuando las conversaciones iniciaron el 27 de marzo de 1941.
Habían llegado noticias esa mañana que en Yugoslavia Zvetkovitsch y el Príncipe Regente Paul habían sido derrocados por un golpe de Estado de la oposición, y que Belgrado estaba en estado de sitio. Estas noticias hicieron que Hitler retrasara la reunión con Matsuoka, con poca antelación, a una hora que originalmente habían pactado.
Había sido testigo de la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito tan sólo unos días antes, en el Palacio del Belvedere en Viena. Sólo después de la considerable presión alemana fue que Yugoslavia estuvo preparada para firmar. Los expertos habían insistido en contra de ello, debido a que el Gobierno yugoslavo, en vista de la opinión predominante, probablemente no sobreviviría a esta medida impopular. Entre aquellos que aconsejaron en contra de esto estaba von Heeren, el embajador alemán, pero, como pasa tan frecuentemente en estas ocasiones, las opiniones de ‘embajadores enclenques’ eran echadas en el cesto de basura. La presión se intensificó, Zvetkovitsch firmó en Viena, y solo unos pocos días más tarde, ocurrió el desastre justo como los ‘debiluchos’ lo habían predicho. Debo agregar que después de que el tratado se solemnizara, tuve éxito en beber un slivovitz con Zvetkovitsch, y al hacerlo gané una apuesta de que lo lograría esta rima balcánica.
Mientras Hitler, ansiando la venganza, había estado haciendo arreglos para el ataque a Yugoslavia, Ribbentrop había tenido conversaciones preliminares con Matsuoka. Casi como cosa de rutina, puso de nuevo los viejos discos de la enorme supremacía militar de Alemania. Cierto, ya no dijo que la guerra ya estaba ganada. Desde la visita de Molotov él ponía los discos con un volumen más suave; en lugar del estribillo de que la guerra ya había sido ganada, estaba ahora la declaración de que Alemania haría infructuoso cualquier intento de Inglaterra de desembarcar en el Continente y poner un pie allí.
Si quieres saber más, lee “Hitler's Interpreter” [El intérprete de Hitler], de Paul Schmidt.
El Dr. Paul Schmidt (detrás de Hitler) interpreta una conversación entre el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Yōsuke Matsuoka ,y el Führer y Canciller del Reich, Adolf Hitler, el 28 de marzo de 1941. El Dr. Schmidt fue el intérprete principal en el Ministerio de Asuntos Exteriores de 1924 a 1945 y fue una de las caras más conocidas de la industria de la traducción en la República de Weimar y el período nazi. A la derecha Hermann Göring, Mariscal del Reich alemán.