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La justicia en manos de Hitler

Deportación de judíos alemanes de la estación de tren en Hanau al campo de concentración de Theresienstadt, el 30 de mayo de 1942.

En Dresden, en el Este de Alemania, Victor Klemperer estaba viviendo una existencia frágil. Mientras que las casas de sus compañeros judíos eran registradas, eran arrestados o deportados de manera cotidiana, él gozaba de una pequeña medida de protección, ya que su esposa no era judía.

 

Él equilibraba sus temores diarios con un interés profesional, como el profesor que era, con el lenguaje utilizado por el régimen. Los discursos de Hitler eran de particular interés para él. Sus comentarios, por supuesto, habrían representado una sentencia de muerte inevitable si alguno de sus diarios hubiese sido descubierto. Sin embargo, parece haber tenido una compulsión a la crítica, incluso en el momento en que se percató que su tono era cada vez más amenazante:

Martes, 28 de abril

 

El discurso de Hitler ante el Reichstag, el domingo 26 de abril. A juzgar por este, ya no es cinco minutos para las doce, sino a las 11:59. Habla de lo cerca que estuvo la catástrofe el pasado invierno, dice que está mejor preparado para el siguiente. Entonces ¿cuándo terminará todo esto? Dice que el resultado se decidirá en el Este. ¿Pero qué hay de Inglaterra? ¿Pero qué hay de los Estados Unidos?

 

Incomparablemente más importante: Él dice que sólo en raras ocasiones ha tenido que recurrir a medidas “inclementes”, donde la obediencia se rompió (¡Por lo que se ha roto!). Lo más importante de todo: Él exige el derecho que se le permita deshacerse de oficiales, funcionarios públicos, jueces, instantáneamente, sin el debido proceso.

 

...

 

Es una locura, es la tiranía superándose a sí misma, refleja la inseguridad extrema si alguien, que ya ha sido investido desde hace largo tiempo con todos los poderes dictatoriales, demanda una vez más lo que ya posee y si un sultán declara expresamente que él mismo intervendrá directamente en la justicia impartida por los jueces, cuando simplemente practican ‘ley formal’.

 

Una vez más la relación con los números es lingüísticamente divertida. ‘Napoleón tuvo que lidiar con 19 grados bajo cero, yo tuve que soportar 50 grados bajo cero y una vez 60 grados, ¡incluso mis inviernos son dos veces más grandes que los inviernos de otras personas! Y, sin embargo, todavía sigo victorioso’. Aún en los números: ‘el peor invierno desde hace 140 años’.

 

La concentración de odio se ha convertido en esta ocasión en una absoluta locura. No es Inglaterra o los Estados Unidos o Rusia -todo sólo más que el judío-. Hay que prestar atención al juego de escondidillas y la amenaza abierta. 11:59 pero, ¿viviremos para ver el final del día?

 

Se ha convertido ya en una regla firme: El día después de que una casa es registrada hay suicidios. Hemos oído hablar del nuevo caso al mismo tiempo que el discurso de Hitler. Una pareja llamada Feuerstein, que viven en Altenzeller Strasse, habían sido saqueados, luego llamaron a la Gestapo y fueron golpeados y pateados allí, durante la noche las personas fueron encontradas muertas en su cocina llena de gas.

 

Día a día espero que el registro de hogares tenga lugar aquí. El temor es siempre peor en la tarde, entre las siete y las nueve. Sin duda una equivocación, puesto que se dice que los escuadrones aparecen en cualquier momento del día. Se dice que roban todo: incluso la comida que se ha comprado con cupones, papel para escribir, sellos de correos, portafolios de cuero. Se dice que se comen la leche en polvo, etc.

Si deseas saber más, lee “I Will Bear Witness, 1942-1945: A Diary of the Nazi Years” [Daré testimonio, 1942-1945: un diario de los años del nazismo], editado por Martin Chalmers.

Los diarios de Víctor Klemperer describen un mundo fantástico en donde lo absurdo fue institucionalizado. Klemperer fue uno de los “afortunados” judíos que se casaron con una mujer “aria” y se convirtió al cristianismo. A pesar de ello, Klemperer no estaba a salvo y quizá hubiera acabado en un campo de concentración si los alemanes hubieran ganado la guerra.

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