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Tanque paralizado en el Norte de África

Una tripulación de un tanque Matilda revisando su vehículo en preparación para la siguiente fase de la batalla, cerca de Tobruk, el 1 de diciembre de 1941.

Las fuerzas inglesas estaban enfrentando a Rommel y sus tanques que estaban buscando a toda costa mantener la embestida británica. A pesar de la inferioridad numérica, los tanques del Afrika Korps estaban mucho mejor armados y protegidos por un blindaje superior al de los aliados y se encontraban combatiendo duramente para evitar que Tobruk fuera liberado.

 

Aunque las fuerzas neozelandesas habían logrado hacer contacto con la guarnición de Tobruk, pero pronto fue interrumpido por los alemanes. El Reporte de la Situación Naval, Militar y Aérea que se proporcionaba al Gabinete de Guerra británico, da cuenta de los sucesos en el teatro norafricano:

El corredor de Tobruk había sido cortado y la mayor parte de nuestras fuerzas blindadas y móviles habían sido retiradas del área de Sidi Rezegh hacia el sur hasta la línea del Trigh el Abd para reorganizarse.

 

A lo largo del 3 de diciembre, el movimiento hacia el Este de las columnas mezcladas enemigas continuó mientras que una fuerza italiana se informó que se estaba atrincherando alrededor de El Gobi, evidentemente con el objeto de asegurar un pie en el flanco izquierdo de nuestra principal fuerza blindada. Estas fuerzas enemigas estaban continuamente y efectivamente enfrentadas por nuestras columnas móviles, que contenían tanto artillería de campaña como antitanque.

 

Una brigada de Nueva Zelanda luchó con éxito contra una de las columnas enemigas al oeste de Menastir, matando a 100 alemanes, capturando 100 italianos y destruyendo dos tanques.

 

A lo largo de este período, a pesar del mal tiempo, las concentraciones de vehículos enemigos y columnas en movimiento fueron continuamente bombardeadas por la RAF.

 

El general Auchinleck consideró en este momento que el general Rommel pudo haber estado bajo la idea equivocada de que habíamos “hecho nuestro último esfuerzo” y que se estaba preparando para relevar a sus tropas en el área de Halfaya, antes de intentar cortar nuestras fuerzas al sur de Trigh el Abd. En consecuencia, se hicieron planes para repetir la operación que había sucedido casi diez días antes y lograr de nuevo la unión de nuestra principal fuerza blindada con la guarnición de Tobruk con el objeto de cortar y destruir finalmente las fuerzas blindadas restantes del Eje entre Sidi Rezegh y la frontera.

Era casi una repetición de las operaciones británicas anteriores; mientras la confusión reinaba en todo el campo de batalla, los tanques ingleses estaban encontrando dificultades al enfrentar a los blindados alemanes:

Cada vez más cerca se aproximaban los tanques alemanes y milagrosamente nuestra línea se mantuvo. Una vez más, de forma alguna, el enemigo había podido reunir casi cincuenta tanques. Contra el blindaje inferior y el poder de los cañones de nuestros únicos y ligeramente más numerosos Honeys [tanques M3 Stuart] era casi suficiente para dar la victoria.

 

Para este momento estaba obligado a vigilar cuidadosamente mi provisión de municiones y advertí a mi escuadrón que hiciera lo mismo. No habría tiempo para arreglar ningún tipo de repostado gradual antes de que cayera la oscuridad, pero igualmente quedaban unos quince minutos antes de que se hiciera tan oscuro que se podía esperar que los alemanes interrumpieran la batalla.

 

Sin embargo, también ellos probablemente estaban sufriendo las mismas dificultades, de modo que sólo a medida que el último vestigio de luz de combate se aferraba, lanzaron otro asalto decidido. Era demasiado tarde para llevarlos lejos, pero esta última aventura les dio éxitos aislados aquí y allá.

 

Repentinamente mi propio tanque fue impactado dos veces en la parte delantera, sin aparente daño serio, hasta que ordené al conductor a ponerse en reversa lentamente para confundir a los alemanes por una alteración de rango. A continuación, la trituración y el crujido de metal a lo largo del costado del tanque mostró que la oruga había sido golpeada y distorsionada.

 

En el instante en que me di cuenta que estábamos inmovilizados, Kinnaird ordenó, “Hola, todas las estaciones Peter; Peter llamando, retírense ahora. No esperen e inviten mayores bajas. Retírense fuera de rango y en figuras de cinco, cuando esté oscuro, nos reuniremos. Cambio”.

 

Antes de que pudiera responder en turno, el tanque fue impactado de nuevo y fue penetrado. El tiro entró en la parte inferior de la placa frontal de la torreta, del lado del cargador, por poco daba en Turner, el cargador, por pulgadas y se estrelló en el equipo de radio, que quedó hecho una masa enmarañada de válvulas rotas y cables.

 

Encaramado en la cúpula, con la intención sobre el enemigo y la necesidad de decir a Kinnaird del estado al que mi tanque se había reducido, no estaba inmediatamente consciente de lo que había ocurrido en la torreta. Sólo cuando no escuché ningún tono en mis auriculares me di cuenta que algo estaba mal. Cuando no escuché ninguna otra respuesta de las órdenes de Kinnaird, me incliné a gritarle a Turner: ‘¿Qué diablos pasó? Mi micrófono no funciona’ y me sorprendí y sobresalté por su respuesta:

 

‘El tiro dio en el sistema, señor, y lo arruinó por completo. No hay esperanza de remendarlo’.

 

Esto era realmente un desastre. Un tanque lisiado, sin radio, el escuadrón fuera de vista y los alemanes tan cerca como para ser todavía visibles. Mi corazón se hundió ante la aparente desesperanza de la situación.

Si deseas saber más, lee “Take These Men: The Campaign of the Desert Rats from 1940 to 1943” [Tomen a estos hombres: la campaña de las Ratas del Desierto de 1940 a 1943], de Cyril Joly.

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