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El ataque japonés en Ceilán es descubierto

En la imagen, pilotos canadienses sirviendo en el Escuadrón 30 de la Real Fuerza Aérea. De izquierda a derecha, sargento Creighton Nutbrown; oficial piloto Don McDonald; sargento Jack Hurley; oficial de vuelo Jimmy Whalen; sargento Grant Bishop, sargento “Bub” Murray, y sargento George Bate.

El 1 de abril de 1942, los japoneses pusieron en marcha la Operación C, utilizando cinco de los portaaviones que habían tomado parte en el ataque a Pearl Harbor, con la finalidad de cruzar el Océano Índico, repostar combustible en el Atolón Addu en las Islas Maldivas y proceder a bombardear Colombo, la capital de Ceilán.

 

Para este momento, Ceilán era la última base naval británica significativa en el Océano Índico, el siguiente eslabón de la cadena al oeste de Singapur. Si Ceilán caía, no sólo las operaciones en el Océano Índico se verían comprometidas, sino que la ruta principal de abastecimiento hacia el Mediterráneo, que corría a través de la costa oriental de África, se vería en peligro; asimismo, la amenaza de que los alemanes pudieran extenderse hacia el Este y enlazarse con los japoneses, moviéndose hacia el Oeste, repentinamente se convertía en algo factible.

 

El 4 de abril de 1942, aviones Catalina del Escuadrón 413, encabezados por el Líder de Escuadrón Leonard Birchall, llevaron a cabo un vuelo de reconocimiento a una posición de observación a unos 400 kilómetros al sur de Ceilán.

 

Durante la patrulla no encontraron ningún buque. Mientras que el escuadrón regresaba a la base naval en Ceilán, el líder del escuadrón Birchall avistó un pequeño punto en el horizonte al sur. Birchall cambió de rumbo, mientras que el resto de su escuadrón volvía a casa. A medida que su avión se acercaba al objetivo, fue capaz de identificarlo como la fuerza de tarea japonesa. Los aviones japoneses descubrieron al Catalina de la RCAF cuando se aproximaba a la flota. A pesar del intenso fuego enemigo de cañones antiaéreos y aviones de combate japoneses, Birchall realizó un vuelo a baja altura para identificar los barcos japoneses.

 

Birchall comenzó de inmediato a enviar las transmisiones codificadas a la base británica de Ceilán. De acuerdo con los reglamentos, las unidades debían enviar cada transmisión tres veces. Birchall estaba en medio de la tercera transmisión codificada, cuando el fuego antiaéreo destruyó la radio y dañó seriamente su Catalina. Después de que su avión tuviera que realizar un amarizaje de emergencia en el océano, Birchall y su tripulación fueron capturados y hechos prisioneros por los japoneses.

 

Sin embargo, la alerta había dado oportunidad a las fuerzas británicas de alistarse ante el inminente ataque. Don McDonald, un oficial piloto en el Escuadrón 30 de la Real Fuerza aérea, da cuenta de los sucesos ocurriendo alrededor de Colombo:

Sabíamos que la flota japonesa estaba fuera y se dirigía a Ceilán una semana antes de la incursión. El sábado 4 de abril nos enteramos que el Escuadrón de Catalina había avistado a la flota nipona. Estuvimos alistados desde alrededor de las 2 de la mañana con una radiante y brillante luz de luna. Alrededor de las 6 de la mañana la mitad de nosotros fuimos a desayunar y justo regresábamos frente a la torre de control cuando escuchamos motores rugiendo (sobre nuestras cabezas) y vimos hacia arriba para ver las formaciones de (aviones) nipones que venían desde las partes superiores de grandes cúmulos de nubes. Nos enteramos más tarde que el radar se apagaba habitualmente los domingos por la mañana para su mantenimiento. Al parecer, nadie les alertó de la emergencia.

 

Nunca sabré por qué los japoneses no nos mantuvieron en tierra. Despegamos en secciones de dos y nunca tuvimos la oportunidad de operar como una unidad de escuadrón. Despegué como número dos detrás del Sargento de Vuelo Paxton. Nos colocamos en una nube para ganar altura. En un punto claro vi una línea de bombarderos en picada T99. Rompí formación y ataqué el último en la línea. Todos nuestros aviones fueron cargados con munición tipo bola directa debido a que, un par de semanas antes, la incendiaria 4E comenzó a explotar en uno de nuestros aviones debido al calor intenso, cuando estaba detenido al descubierto bajo el sol. No pude ver si estaba impactando al japonés o no, pero al final noté que algo de líquido salía por debajo de su ala. Entonces miré a mi alrededor y vi dos aviones muy desagradables por encima de mí, girando para atacar. Me di cuenta que probablemente me aventajarían en el giro, de modo que me fui abajo hacia la cubierta con la esperanza de alejarme de ellos. Vi trazadores que iban a cada lado de la cabina y casi inmediatamente estuve cubierto de aceite y glicol. Para este momento estaba a muy baja altura y dirigiéndome a lo largo del puerto, que estaba lleno de barcos. Algunos de ellos -posiblemente todos ellos- me dispararon. Sabía que tendría que tendría un aterrizaje forzoso y el [hotel] Galle Face Green parecía ser mi mejor oportunidad.

 

Al día siguiente descubrimos que el sargento de vuelo Paxton estaba en el hospital, gravemente quemado. El oficial al mando y Frank Bush fueron a verlo. Primero confirmó que el nipón al que había disparado se había ido abajo en llamas. Él retiró a uno de los Zeros de mi cola, pero fue atacado y comenzó a incendiarse. Estaba listo para salir cuando otro japonés voló frente a él. Se quedó el tiempo suficiente para dispararle y luego saltó. George Chater (el comandante del Escuadrón 30) le preguntó si había algo que él quisiera y me dijo: ‘una botella de whisky’, se las arreglaron para conseguir una botella y se la llevaron de regreso al hospital. Cuando dejaron a Paxton, él estaba muy feliz con su botella. Por desgracia murió poco después. Frank Bush hizo un dibujo del Hurricane de Paxton en llamas con él disparando contra un nipón, a menudo me he preguntado qué le sucedió, junto con los otros esquemas que Frank pintó.

 

Antes de aterrizar en Ceilán, una Fortaleza Voladora B-17 sobrepasó la pista de aterrizaje en Ratmalana y no se pudo salir volando. Estaba al borde del aeródromo sin motores. Al parecer, todos los japoneses que atacaron el campo dispararon contra el B-17. Después nos preguntamos cuántos B-17 fueron reclamados como destruidos por los japoneses que regresaron.

 

Nuestro sistema de comunicaciones era muy inadecuado: la señal para que el Escuadrón saliera era que el personal de la torre de control disparara una pistola Very [bengala]. Aquella mañana, quien quiera que haya disparado la pistola, estaba tan emocionado que olvidó que estaba bajo el techo en la torre cuando. Al parecer, fue bastante emocionante para ellos esquivar la bengala. Creo que la única baja entre la tripulación de tierra fue un tipo parado debajo una palmera que fue golpeado por un coco que se desprendió por una explosión de bomba.

Si deseas saber más, lee “The War Against Japan, Volume II: India's Most Dangerous Hour” [La Guerra contra Japón, volumen II: la hora más peligrosa de India], del general mayor S. Woodburn Kirby.

El portaaviones japonés Akagi, en abril de 1942, durante su incursión en el Océano Índico, visto desde un avión que acaba de despegar de su cubierta. Las aeronaves en preparación para el despegue en la cubierta de vuelo son unos bombarderos en picada Aichi D3A Tipo 99.

El Líder de Escuadrón Leonard Birchall, de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF), el “Salvador de Ceilán”, a bordo de un avión Catalina, antes de ser derribado y capturado por los japoneses, cerca de la isla de Ceilán, en 1942.

El teniente de vuelo James H. Whalen, del Escuadrón 30 de la Real Fuerza Aérea, en Colombo, Ceilán, con los restos de uno de los tres bombarderos de picada japoneses Tipo 99 que derribó el 5 de abril de 1942. A la derecha se encuentra el sargento George Bate.

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