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La fuerza aérea japonesa ataca en Guadalcanal

Un caza japonés Mitsubishi A6M2 Zero visto aquí en el aeródromo de Buin durante la operación I-Go, en abril de 1943.

En el Lejano Oriente, el 7 de abril de 1943, los estadounidenses fueron confrontados con la fuerza aérea japonesa más poderosa desde el ataque a Pearl Harbor. La fuerza atacó en el área de la recientemente perdida isla de Guadalcanal, particularmente Tulagi.

 

Un total de 188 aviones de guerra japoneses tomaron parte en esta batalla, hundiendo al destructor norteamericano Aaron Ward, una corbeta neozelandesa, el Moa, y un solo barco mercante, debajo de la zona que llegó a conocerse como Iron Bottom Bay [Bahía del Fondo de Hierro], debido al gran tonelaje de navíos japoneses y estadounidenses ahora yaciendo en el fondo del mar.

El fusilero del ejército estadounidense John George, recuerda el momento de su partida de la isla de Guadalcanal prácticamente en el mismo instante en que la fuerza aérea japonesa estaba atacando durante la Operación I-Go:

Era el 7 de abril de 1943, un día menos de cuatro meses después de que el Segundo Batallón llegara a Guadalcanal a bordo del transporte de la Armada Andrew Jackson y ahora éramos cargados en el Penn y nos íbamos. Sobre las aguas de Lunga, no muy lejos de nosotros, se libraba una batalla aérea de primera clase. Los japoneses estaban reparando la recepción tranquila que nos habían dado cuando llegamos despidiéndonos a lo grande. Habían enviado más de cien aviones para ese propósito.

Teniendo en cuenta esto, nos habíamos puesto en marcha temprano, los barcos levando anclas y saliendo con sus escotillas abiertas, sin muchas de sus pequeñas embarcaciones; y la partida no había sido demasiado pronto. El cielo a mil yardas a popa estaba vivo con estallidos de fuego antiaéreo y el sonido de los cañones pesados era tan fuerte que teníamos que gritar para hablar entre nosotros. Nuestros motores en el Penn estaban a toda marcha para alejarnos del nido de avispas.

Una enorme columna de humo negro se elevó detrás de nosotros cuando un tanquero anclado cerca de la playa de Lunga recibió un impacto directo con un torpedo. Todos nosotros podíamos recordar esa playa ahora como un buen lugar para estar.

Nuestras dotaciones de cañones estaban nerviosos junto a sus piezas; “hablantes” con auriculares y micrófonos ajustados; mientras el maestre del barco caminaba de un lado a otro del puente, deteniéndose a menudo para observar el horizonte circundante buscando aviones torpedos a baja altitud. A nuestro alrededor navegaban dos pequeños destructores, también en busca de aviones y submarinos. No teníamos cobertura aérea, puesto que cada caza operativo en la isla estaba atado en la batalla desigual con la Fuerza Aérea nipona, no había un avión de sobra para nosotros. Pero nos estaban protegiendo de la mejor manera, manteniendo a los japoneses más que ocupados a la distancia. Mientras veíamos la primera parte de la batalla aérea, habíamos visto naves estadounidenses y japonesas caer en llamas, pero la mayoría de ellas eran japonesas. Habíamos visto un avión japonés cruzar el agua a la distancia y lanzar su torpedo a un grupo de transportes. Sin embargo, el pez de hojalata se fue desviado y el avión se estrelló contra el agua unos cientos de yardas más adelante.

Llevábamos chalecos salvavidas, en alerta general y listos para abandonar el barco en cualquier momento lo mejor que pudiéramos. Sabíamos que si el bote en el que navegábamos recibía dos buenos impactos, muchos de nosotros nos hundiríamos con ella antes de poder librarnos. Los transportes de la Armada eran mejores en este respecto que los barcos del Ejército, pero aun así no parecían estar suficientemente compartimentados como para satisfacernos a los marineros de agua dulce.

Pero estábamos empezando a sentirnos mejor al tiempo que la isla que habíamos conocido tan bien y asociado en la memoria con tanta sensación intensa, gradualmente se hacía más diminuta en un objeto como una nube baja en el horizonte. Todos comenzamos a respirar más tranquilamente de nuevo. El viejo término “una nueva oportunidad de vida” tenía un significado muy literal para nosotros, tal como lo había sido cuatro meses antes para el Quinto Regimiento de Marines que habíamos relevado.

Los miembros más nuevos de la tripulación del barco nos miraban con gran curiosidad, haciendo muchas preguntas sobre nuestras experiencias en la isla y causando una ligera sensación de importancia descendiendo sobre la organización. Llegó con la constatación de que ahora éramos “veteranos”, una parte de los primeros miles que produciría la guerra y las primeras tropas del ejército en ser empleadas agresivamente en cualquier teatro contra los Poderes del Eje. Cuando la División Norteamericana comenzó a desembarcar en Guadalcanal, los japoneses estaban allí con una gran fuerza, confiando en su capacidad para recuperar la pequeña área de tierra tomada por los Marines -y numéricamente capaces de hacer justamente eso-.

Ahora nos íbamos; la fuerza japonesa había sido completamente destruida, su mando había decidido oportuno tratar de extraer las fuerzas remanentes de la isla y ahora había poca esperanza japonesa de recuperar el territorio perdido.

Si deseas saber más, lee Shots Fired in Anger [Disparos hechos con ira], del teniente coronel John George.

Aviones Mitsubishi A6M2 Zero Modelo 21 despegando desde el aeródromo de Buin.

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