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Los italianos se rinden en Beda Fomm

Tanques italianos M13-40 en el desierto de Libia, fotografiados más tarde en 1941

La 6ª División Australiana había capturado la ciudad costera de Benghazi el 6 de febrero y luego persiguió al ejército italiano en retirada hacia el oeste por la carretera costera. Mientras tanto, los elementos frontales de la 7ª División Blindada se habían movilizado rápidamente por todo el país desértico para interceptar a los italianos, llegando a la carretera tan sólo treinta minutos antes de que los primeros italianos en retirada aparecieran, en la tarde del 5 de febrero. La artillería británica contuvo a esta fuerza hasta la llegada de los tanques británicos en las últimas horas del día 6, cuando hubo más combates. Era una situación difícil para las fuerzas británicas que estaban en los límites máximos de sus ya muy extensas líneas de suministro. Una vez más, sin embargo, los italianos prefirieron creerle a su propia propaganda que les había comunicado que se encontraban frente a una fuerza enormemente superior.

Cyril Joly era oficial en uno de los tanques y más tarde escribiría un relato clásico de la acción:

Desde mi posición en la duna observé un ataque que se inició poco después del amanecer por aproximadamente una treintena de tanques italianos contra la posición en la carretera. Este fue rechazado rápidamente y con poca dificultad.

Por un rato hubo silencio en ambos lados. Aun con todos los esfuerzos del día anterior, la columna italiana todavía se veía enorme y amenazante. Observé con aprensión los movimientos de la masa de vehículos frente a mí. A ambos lados míos, escondidos detrás de las crestas de otras dunas y cimas, sabía que había otros ojos tan ansiosos como la míos, examinando la escena frente a ellos. En la mente de cada uno de nosotros había la certeza de que estábamos en gran inferioridad numérica. Cada uno de nosotros sabíamos por cuál margen estrecho manteníamos aún el dominio sobre el campo de batalla

 

Nuestra amenaza no era más que una fachada -detrás de nosotros no había más tropas de reserva-. Incluso los suministros de los mismos ligamentos que podrían mantenernos hacia adelante casi se habían agotado. Si perdíamos ahora nos enfrentábamos con la captura o una retirada sin esperanza hacia las distancias vacías del desierto interior. Era un pensamiento preocupante. Sentí que el día, con toda su negrura, húmeda matidez, estaba cargado de presagios de mal agüero. La escena frente a mí se hacía lo suficientemente sombría por las nubes negras de humo acre para coincidir con mi estado de ánimo, las cuales envolvían el campo de batalla como un manto inquietante.

Poco a poco me percaté de un cambio sorprendente. Primero una y luego otra bandera blanca aparecieron en la serie de vehículos. Cada vez se hicieron más visibles, hasta que toda la columna era un bosque de banderas blancas agitándose. Pequeños grupos de italianos comenzaron a salir vacilantes dirigiéndose hacia donde sabían que los estábamos observando. Aparecieron grupos más grandes aparecieron, algunos a pie, otros en vehículos. Todavía sin poder creer en la evidencia de sus propios ojos, el Coronel advirtió,… "No hagan ningún movimiento. Esto puede ser una trampa. Esperen y vean qué pasa. Fuera".

Pero no era una trampa. Italianos de todas las formas y tamaños, de todos los rangos, de todos los regimientos y de todos los servicios pululaban para ser hechos prisioneros. Sentí que nada me sorprendería de nuevo hasta que mi cargador gritó de repente: -"Mire, señor, hay un par de zorras ahí que vienen hacia nosotros. ¿Puedo ir a agarrarlas, señor? Podría gozar de un poco de comodidades hogareñas". Capturamos a las dos muchachas, las instalamos en un vehículo de sus propios y las mantuvimos durante unos días para que cocinaran y lavaran. Me abstuve de preguntar qué otras tareas fueron requeridas de las mujeres, pero noté que permanecieron contentas y alegres.

Si quieres saber más busca "Take These Men" [Tomen a estos hombres] de Cyril Joy.

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