Ataque de Marines en el Río Matanikau
Una patrulla de Marines de los Estados Unidos cruza el río Matanikau en Guadalcanal, en septiembre de 1942.
En Guadalcanal, con el objetivo de seguir poniendo el Campo Henderson fuera del alcance de los cañones japoneses, la 1ª División de Marines realiza un ataque con artillería y apoyo aéreo al oeste del perímetro defensivo, alcanzado la boca del Río Matanikau.
Dos columnas avanzando por el suroeste se emplazan en la Altitud 65, con vistas al río mismo. Aunque la resistencia japonesa es menor, Jim McEnery recuerda el evento de forma singular:
A las 7 A.M., el 7 de octubre, el Tercer Batallón de la 5ª [División] de Marines, se movilizó para un nuevo ataque al otro lado del Río Matanikau. Fuimos asignados para liderar el avance de la operación ofensiva norteamericana más grande en Guadalcanal hasta el momento. En total, nuestra fuerza incluía seis batallones de la 5ª, 7ª y Segunda Marines con 3/5 al frente y 2/5 muy de cerca detrás.
El primer objetivo de nuestro batallón era obtener una posición permanente en la orilla este del Matanikau. Nos dijeron que ubicáramos nuestras ametralladoras, morteros y pelotones de fusileros cuando llegáramos allí, mientras que algunos de nuestros compañeros pretenderían estar construyendo un puente. Esto se suponía que sería un truco para atraer al enemigo al río, pero no tuvimos la oportunidad de hacer la parte del puente falso porque los japoneses llegaron muy pronto.
Habíamos estado marchando por unas tres horas y todavía estábamos al este del Matanikau, con la Compañía K a la izquierda y la Compania I frente a nosotros a la derecha, cuando nos topamos en lo que parecía una compañía entera de nipones.
Muy rápidamente, establecimos una línea corriendo de este y oeste para intentar prevenir que los nipones nos pasaran por el sur y en unos cuantos minutos comenzó un tiroteo bastante acalorado. Como sargento de reconocimiento de la K/3/5, pasé la mayor parte del tiempo como mensajero del puesto de mando de la compañía, llevando mensajes de ida y vuelta entre el Capitán Lawrence Patterson, comandante de la Compañía K, y los líderes de nuestros tres pelotones de fusileros.
En una de mis carreras, Red Mike Edson me acababa de dar un mensaje para entregar a los pelotones, quien me envió una compañía de sus Raiders para ayudarnos. Iba dando tumbos cuando llamé la atención de un grupo de cuatro o cinco japoneses y uno de ellos me arrojó una granada.
Era la primera vez que esto me pasaba -aunque no sería la última- y debo admitir que fue bastante aterrador. La maldita cosa pudo haberme alcanzado, sólo que golpeó un árbol y rebotó ligeramente fuera de trayectoria. Corrí hacia el otro lado lo más rápido que pude y logré alejarme quince o veinte yardas de la granada antes de que estallara.
Dejé escapar un gran suspiro de alivio cuando estuve seguro que habían fallado y seguí corriendo. Podía escuchar las balas golpeando las hojas de los arbustos a mi alrededor, probablemente del mismo grupo de japoneses, pero no estaba dispuesto a reducir la velocidad lo suficiente como para dispararles con mi Springfield ‘03.
En ese momento, todo lo que quería hacer era entregar mi mensaje y largarme de allí.
Si deseas saber más, lee “Hell in the Pacific: A Marine Rifleman’s Journey from Guadalcanal to Peleliu” [Infierno en el Pacífico: el viaje de un Marine fusilero desde Guadalcanal hasta Peleliu], de Jim McEnery.
Cinturones de municiones de ametralladoras siendo secados en Guadalcanal.