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¿Respeto o temor del soldado alemán?

Soldados de la Wehrmacht con granadas de mano en una trinchera en el frente del Este.

El impacto aplastante de la Operación Tifón, durante los primeros días de su puesta en marcha, parecían justificar las esperanzas de triunfo de los alemanes sobre las fuerzas del Ejército Rojo. El régimen soviético parecía estar al borde del colapso y algunos rusos parecían contentos que los días de Bolchevismo estuvieran contados.

 

Muchos diarios de soldados alemanes muestran la desmoralización del Ejército Rojo en varios frentes y registran como los soldados soviéticos comenzaban a rendirse en masa y sólo el temor de sus comisarios políticos les impedían hacerlo.

 

Wilhelm Prüller escribió en su diario acerca de la relativa facilidad con la que los soldados rojos se entregaban sin resistencia alguna a las fuerzas alemanas:

Algunas posiciones enemigas aún están bloqueando la entrada oriental a D[mitriyev]., pero utilizando granadas de mano y pistolas hacemos que los rusos salgan de sus cuevas y trincheras, deben estar completamente impresionados por nuestro fuego; sus ojos están llenos de temor y ciertamente no comprenden por qué no estamos segándolos de inmediato. ‘Stalin kaputt’: con estas palabras son llevados a los campos de prisioneros. Es mejor vida para ellos que bajo los látigos de los comisarios. Para ellos, la guerra ha finalizado.

 

Mientras peinamos el poblado, recibimos unos cuantos disparos de rusos escondidos, de otra manera está enteramente vacío. No es hasta que cruzamos los puentes al otro lado del poblado, el cual queremos asegurar, que los civiles comienzan a mostrarse a sí mismos. El oficial al mando y yo corremos con una unidad de ametralladora tan rápido como nuestras piernas pueden llevarnos, pero justo al doblar la siguiente esquina, el puente vuela por los cielos con una explosión ensordecedora. Aún puede verse un ruso, corriendo uno encima de otro; le disparamos, pero demasiado tarde, Aparentemente preparó los explosivos y prendió la mecha, porque justo después de eso, el segundo puente también vuela.

 

Un carro blindado de exploración ruso destrozado está detenido en la calle y al tiempo que echamos un vistazo adentro, un ruso sale. Era el conductor y estaba aguardando ansiosamente nuestra llegada, aunque estaba temeroso que fuéramos a dispararle. Pero su sentido común triunfó. Alguien le explica al ruso que nada le pasará, ante lo cual quiere abrazarnos a todos nosotros y está presto a proporcionarnos información acerca de todo.

 

Cuando establecimos nuestras unidades de seguridad, vamos y buscamos una casa cerca del puente. La que seleccionamos es la mejor que he visto en Rusia. Con muebles reales, habitaciones adecuadas -un verdadero placer para nosotros-. Al principio, la gente allí estaba muy asustada, estaban particularmente aterrorizados que pudiéramos dispararle a su hijo de 17 años. Pero cuando les aseguramos que nada pasaría, se tornaron amigables y nos trajeron leche, mantequilla, miel, calentaron algo de agua para nosotros y nos sirven de pies y manos. ¿Es respeto de su parte o es temor del soldado alemán?

 

Cuando voy al Batallón por la tarde, doy un buen vistazo a D. Como era habitual, un lugar horrible. El único edificio decente son unas barracas y el cañón antiaéreo de 8.8 ya está acomodado allí para nuestra protección contra ataques aéreos. Aparte de eso, las acostumbradas chozas miserables, sucias. Por la tarde nos enteramos que nos quedaremos aquí por el momento -uno o dos días de tranquilidad- ¡Maravilloso!

Si deseas saber más, lee “Diary of a German Soldier” [Diario de un soldado alemán], de Wilhelm Prüller.

Un par de soldados alemanes en una trinchera en Kiev, en la Unión Soviética, en 1941.

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