A través de fuego antiaéreo y sobre la destrucción creada por las anteriores oleadas de bombarderos, éstos B-24 de la 15ª Fuerza Aérea dejan Ploesti, Rumania, después de una de la larga serie de ataques contra el objetivo número 1 en Europa (foto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos).
La campaña de bombardeo estratégico se destinó a privar tanto a la industria alemana como a sus fuerzas armadas de su petróleo. Rumania suministraba alrededor de un tercio del petróleo utilizado por Alemania -por lo que sus campos petroleros eran un blanco obvio-.
La Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos de América (USAAF) había hecho un modesto intento por atacar el centro principal de producción en Ploesti en mayo de 1942. Ese ataque, diseñado para hacer uso de trece aviones que en un principio habían sido enviados a Birmania, habían causado poco daño. Sin embargo, puso a los alemanes sobre aviso que Ploesti estaba en la lista de objetivos para futuras visitas. Muy pronto, dada su importancia estratégica, las defensas aéreas alrededor del sitio se habían mejorado dramáticamente, con docenas de cañones de 88mm y una variedad de armas de menor calibre, muchos de ellos ocultos en edificios.
Los 177 bombarderos B-24 que dejaron el norte de África temprano el 1 de agosto de 1943 se dirigían a uno de los lugares más fuertemente defendidos en Europa, el cual atacarían a plena luz del día desde una baja altitud.
El piloto Philip Ardery dio este testimonio de los últimos momentos al llegar sobre el objetivo:
Estábamos muy cerca detrás del segundo vuelo de tres naves. Mientras las bombas caían estábamos en nuestra carrera para el bombardeo. Allí en el centro del objetivo estaba la gran sala de calderas, justo como habíamos visto en las fotos. Al tiempo que las primeras naves se acercaron al objetivo podíamos verlos volar a través de una masa de fuego desde tierra. Provenía primordialmente de armas automáticas de 20mm en tierra y era tan grueso como el granizo.
Las primeras naves dejaron caer sus bombas de lleno en la sala de calderas y de inmediato tuvieron lugar una serie de explosiones. No eran las explosiones de las bombas de mil libras, sino de las calderas volando y los incendios de bancos de fuego reventados haciendo contacto con los gases volátiles de la planta de craqueo. Pedazos de la azotea de la casa volaron, levantándose a un nivel por encima de la altura de las chimeneas y las llamas saltaron alto después de los escombros. Las segundas tres naves pasaron llegando desde la izquierda y lanzaron parte sobre la sala de calderas y parte en la planta de craqueo más adelante. Más explosiones y llamas más altas.
Ya las llamas saltaban por encima del nivel de nuestra aproximación. Habíamos ajustado los instrumentos para librar la chimenea más alta de la planta por unos pocos pies. Ahora había una masa de llamas y humo negro llegando mucho más alto y había explosiones intermitentes encendiendo la nube negra.
Phifer, el bombardero, dijo por el intercomunicador, “Esas malditas bombas están detonando. No se supone que hagan eso”.
“No son las bombas” -respondí-, “ese es el gas con el que están cocinando”.
De repente el sargento Wells, nuestro pequeño, como un niño, operador de radio, quien estaba en el compartimento de la cintura por el momento con una cámara, gritó, “la nave del teniente Hughes tiene una fuga de combustible. Le han dado duro en su sección de combustible del ala izquierda”.
Me había dado cuenta justo alrededor de ese momento. Estaba cansado de mirar hacia el frente a esos cañones alemanes disparando contra nosotros. Miré hacia la derecha por un momento y vi una hoja de la gasolina cruda detrás del ala izquierda de Pete. Se mantuvo en formación con nosotros. Él debió haber sabido que le habían dado duro porque el combustible salía en tal volumen que cegaba de nuestra vista a los artilleros de cintura en su nave. Pobre Pete Fine, chico religioso y meticuloso con una joven esposa esperándolo en Texas. Mantenía su nave en formación para lanzar sus bombas sobre el objetivo, sabiendo que si no tiraba hacia arriba tendría que volar a través de un cuarto sólido de fuego con un tremendo chorro de gasolina saliendo de su nave.
Accioné el interruptor intermitente para disparar las ametralladoras fijas de control remoto calibre cincuenta, especialmente instalados para mi uso. Observé mis trazadores penetrar el suelo. Pobre Pete. Cómo me hubiera gustado que hubiera tirado hacia arriba unos cuantos centenares de yardas y lanzar desde una altura superior.
Al tiempo que entrabamos en el horno, dije una breve oración. En esos momentos no pensé que yo podría salir con vida y yo sabía que Pete no lo haría. Las bombas fueron lanzadas. Todo estuvo negro durante unos cuantos segundos. Debimos haber librado las chimeneas apenas por pulgadas. Debimos, porque seguimos volando -y al pasar por la casa de calderas otra explosión pateó nuestra cola hacia arriba y la nariz hacia abajo-. Fowble tiró del timón y el Lib [Liberator] se estabilizó, casi recortando los techos de las casas. Estábamos en la pared impenetrable, ¿pero qué hay de Pete? Miré por la derecha. Todavía estaba allí en formación cerrada, pero él estaba en llamas en toda su ala izquierda donde se unía al fuselaje.
Podía sentir las lágrimas en mis ojos y mi garganta se cerró. Entonces vi a Pete subir e irse fuera de la formación. Sus bombas fueron colocadas justo en el objetivo junto con las nuestras. Con su misión cumplida, él estaba haciendo un intento valiente para aniquilar su exceso de velocidad y colocó la nave en un pequeño valle del río al sur de la ciudad antes de que todo el asunto explotara. Iba cerca de 210 millas por hora y tuvo que reducir la velocidad hasta unos 110 para poner la nave abajo.
Él planeaba sin poder, al parecer, desacelerando y virando a la derecha en dirección de un valle moderadamente plano: Pete estaba luchando ahora para salvarse a sí mismo y a sus hombres. Él estaba demasiado bajo para que cualquiera de ellos saltara y no había tiempo para que el avión subiera a una altura suficiente para permitir que un paracaídas se abriera. Las vidas de la tripulación estaban en manos de su piloto y él dio todo lo que tenía.
Wells, en nuestro compartimento de ametralladora de cintura, estaba tomando fotografías del espectáculo horripilante. Lentamente, la nave a nuestra derecha perdió velocidad y comenzó a ponerse en un planeo que parecía podría llegar a un razonable buen aterrizaje forzoso. Pero las llamas se extendían furiosamente en todo el lado izquierdo de la nave. Pude verlo claramente, ya que estaba de mi lado.
Ahora aterrizaría, pero justo antes de que lo hiciera, el ala izquierda se desprendió. Las llamas habían sido demasiado y literalmente habían quemado el ala hasta desprenderla. La pesada nave dio vuelcos y una gran lluvia de fuego y humo apareció justo delante del punto donde habíamos visto a un bombardero. Pete había dado su vida y las vidas de su equipo para realizar su tarea asignada. Hasta el final, él batalló hasta la última onza que tenía.
Si deseas saber más, lee “Bomber Pilot: A Memoir of World War II” [Piloto bombardero: Una memoria de la Segunda Guerra Mundial], de Philip Ardery.
Si deseas ver imágenes de las aeronaves y las tripulaciones que participaron, visita la colección de D. Sheley sobre la Operación Tidal Wave [Marejada] en Flickr.
Este noticiario de la época muestra imágenes de los preparativos y bombardeo de los campos petroleros en Ploesti, Rumania:
Una de las imágenes más famosas de la Segunda Guerra Mundial muestra al avión “The Sandman”, pilotado por Robert Sternfels, al tiempo que emerge de una nube de humo durante la misión Tidal Wave, bombardeando los campos petroleros de Ploesti, en Rumania.
B-24 Liberators sobre sus blancos en Ploesti, el 1 de agosto de 1943.