La noción japonesa de una “muerte serena”
La retirada a la India: equipo eléctrico siendo destruido en los campos petroleros de Yenangyaung, como parte de la política de “tierra quemada”, llevada a cabo por los británicos ante el inminente avance japonés.
En Birmania, los británicos estaban retirándose de la misma forma en que lo habían hecho en la Malaya británica. Los pocos testimonios japoneses contemporáneos de este período, disponibles en otros idiomas, nos proporcionan una idea de su perspectiva sobre los eventos.
Hay registros numerosos de las atrocidades cometidas en los heridos capturados por los japoneses –prisioneros de guerra siendo asesinados- como en la masacre de Parit Sulong. Es difícil entender la mentalidad de las personas que cometieron estos actos o si incluso si llegaron a reconocer que sus acciones eran de cualquier forma inaceptables. Aparentemente algunos no lo hicieron, como se evidencia en el relato del capitán Tadashi Suzuki, de la 33ª División, 215º Regimiento de Infantería, de la Compañía de Rifles durante los eventos ocurridos cerca de Sittang, Birmania:
En la noche del 10 de febrero de 1942 cruzamos el Río Salween y en la noche siguiente, el Segundo Batallón de nuestro regimiento, atacó tropas británicas cerca una villa pequeña en el río llamado Kuzeik.
El batallón atacó de acuerdo con el sistema tradicional japonés, en donde a soldados no se les permitió cargar balas en sus fusiles y las bayonetas eran matizadas vertiendo lodo sobre ellas, para prevenir que reflejaran el fuego enemigo, así como para ocultar los movimientos de los japoneses bajo la cubierta de una noche oscura sin luna. Cargaron contra las posiciones enemigas utilizando bayonetas como su única arma.
Mi compañía estaba localizada en el cuartel general del regimiento. No tuvimos mensaje, pero el fuego británico se escuchaba continuamente por largos períodos. Estábamos preocupados al no saber del progreso del ataque nocturno, si no tenía éxito estaríamos en desventaja, ya que los ingleses tenían fuego y fuerza aérea superiores. Por lo que propuse que la mayor porción de mi compañía atacara la retaguardia de la posición británica y esto fue aprobado. A los dos cañones de infantería de 75mm les quedaban unos cuantos artilleros, cargados con proyectiles expansivos con fusibles instantáneos, en caso que fueran atacados.
El resto de la compañía, armada con rifles y bayonetas, con el espíritu en alto, rodearon la parte occidental de la colina donde el enemigo podría estar apostado y se mantuvo en movimiento hacia al sur, a lo largo del Río Salween, durante las primeras horas de la mañana. Encontramos varias tiendas de campaña de forma inesperada. Avanzamos y apuñalamos a algunos hombres que estaban afuera.
Cuando entramos a una tienda que parecía un cuartel general de combate, vi a un comandante herido (era un teniente coronel británico) sentado en posición vertical con varios de sus hombres. Nos señaló que le disparáramos y murió en un estado mental enmarcado por la serenidad. Su actitud fue realmente de acuerdo con el honor de un militar. Sinceramente le guardé respeto y deseaba que yo pudiera hacer lo mismo.
Gracias al ataque determinado del Segundo Batallón, el enemigo en Kuzeik fue casi completamente destruido. Esta fue nuestra primera victoria en Birmania. Entonces marchamos hacia al oeste con la moral elevada.
Si deseas saber más, lee “Tales by Japanese Soldiers” [Relatos de soldados japoneses], de John Nunneley y Kazuo Tamayama.
Tropas del Decimoquinto Ejército japonés en la frontera de Birmania.