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Fuga de campo de prisioneros japonés

Prisioneros estadounidenses en el campo de prisioneros de Woo-Sung en Shanghai, en enero de 1942. Entre ellos se encuentra la tripulación del cañonero estadounidense ‘Wake’ y los marines de Pekín y Tientsin.

John F. Kinney había defendido la guarnición estadounidense en las islas Wake frente a fuerzas japonesas superiores. Al caer prisionero, fue trasladado en el buque Nitta Maru a la prisión Woosung, en el área de Shanghai y fueron exhibidos como parte de una gran campaña de propaganda.

 

Había transcurrido un par de meses desde su captura y muchos de los prisioneros estaban enfermos y en condiciones adversas, puesto que sus uniformes tropicales eran inapropiados para el invierno en China.

 

A cargo del campo de prisioneros se encontraba el coronel Yuse, quien había dejado claro que los prisioneros debían obedecer cualquier instrucción. El 11 de marzo de 1942, después de que Kinney había sido sometido a interrogatorio en Shanghai, regresó al campo para enterarse de la noticia que cinco prisioneros habían logrado escapar de la prisión Woosung; al día siguiente se había iniciado la persecución:

El comandante Cunningham, el comandante John B. Wooley (Armada Real británica), Dan Teters (el superintendente de construcción en Wake), el comandante Columbus D. Smith, del U.S.S. Wake, y el joven sirviente chino de Smith, Liu, ¡habían escapado! Habían realizado su escape bajo cubierta de la noche cavando una pequeña trinchera bajo la cerca eléctrica detrás de las Barracas 3 con una pala robada y después deslizándose por debajo. Los guardias no descubrieron su ausencia hasta el recuento de la mañana al día siguiente. Para entonces tenían una ventaja de seis horas sobre cualquier persecución y una niebla espesa se había desplegado. Tanto la ventaja y el clima sombrío habían trabajado en su favor. Los elementos del grupo que escaparon aumentaron sus oportunidades de éxito. Wooley y Smith eran viejas manos de China que conocían el área alrededor de Shanghai muy bien y Liu sería de gran valor como intérprete.

 

La fuga no hablaba bien del coronel Yuse. La única cosa que podría ser peor, en esta cultura donde ‘mantener las apariencias’ de suma importancia, era si sus soldados fallaban en recapturar a los prófugos. El comandante de inmediato trajo a perros para rastrear a los fugitivos. Un guardia recobró algunas ropas que los hombres habían dejado en las barracas y las trajo al agujero en la alambrada para que los perros pudieran obtener el olor de su presa. Después de olfatear obedientemente las ropas, uno de los ‘sabuesos’ echó un vistazo a la alambrada, volvió y se fue directamente a la cocina. Quizá estaba tan hambriento como lo estábamos todos nosotros. La mayoría de los otros parecían saber qué era lo que se esperaba de ellos y guiaron a sus entrenadores hacia la campiña.

 

Estábamos contentos de escuchar que su escape y deseamos que el comandante Cunningham y los otros llegaran a líneas amistosas. Pero al mismo tiempo sentí que se me habían adelantado. Si el primer grupo logró escapar o no, los japoneses estarían vigilando aún contra más contra cualquier futuro intento y eso eran malas noticias para mí. Quizá había sido demasiado complaciente hasta ahora, demasiado cauteloso en planear mi propio escape.

Si deseas saber más, lee “Wake Island Pilot: A World War II Memoir” [Piloto de la isla Wake: una memoria de la Segunda Guerra Mundial], del brigadier general John F. Kinney.

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