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Continúan los trabajos en el Ferrocarril de la Muerte

Prisioneros de guerra subiendo a un tren hospital japonés desde Birmania, en Kanburi, Tail

Prisioneros de guerra subiendo a un tren hospital japonés desde Birmania, en Kanburi, Tailandia, en abril de 1945. Un “tren hospital” conformado por vagones de ganado lleno de enfermos y heridos. A la derecha de la composición, un guardia japonés inspecciona los vegetales y legumbres de un vendedor al lado de las vías. Otras obras de arte por el que fuera prisionero, John Mennie, pueden verse en línea en Back from Hell (De regreso del infierno).

Afuera, en las selvas de Tailandia, lejos de casa y lejos de la base en Singapur, donde habían sido capturados, miles de hombres ahora se encontraban trabajando como esclavos para el ejército japonés. El trabajo en la limpieza de la selva para el tendido de una vía de ferrocarril se encontraba ahora en pleno apogeo.

Ubicados en campamentos remotos en el bosque y con instalaciones muy básicas, cada hombre estaba sufriendo los efectos de la desnutrición y el hambre. El número de muertos aumentaba, como el Dr. Hardie había registrado en otro campamento, incluso antes de que los hombres comenzaran su duro trabajo físico.

Alistair Urquhart estaba trabajando en una de las secciones más notorias de la vía férrea, que más tarde sería conocida como “Hellfire Pass” [Paso del Fuego Infernal] por los soldados australianos que trabajaban en ella. Las primeras etapas significaban la limpieza de un camino a través de los árboles, con un ancho designado y una distancia a cubrir cada día. Si no lo lograban, tenían que trabajar durante la noche. Había sólo posibilidades limitadas para un respiro:

Otro equipo se encargó de retirar las rocas, árboles y escombros, otro separaba las raíces para que se secaran y luego quemarlas. Mientras tanto, en el equipo con picos, algunos hombres iban sólo con martillos y pinzas.

Le dije a un muchacho que estaba cerca de mí abanicando su pico como si estuviera en una carrera, “Reduce la velocidad compañero, te vas a agotar rápidamente”. “Si terminamos temprano”, dijo resoplando, “tal vez regresemos al campamento temprano”. Pero los soldados sólo encontrarían algo más para nosotros qué hacer. Y al día siguiente las expectativas japonesas serían mayores.

Yo personalmente trataba de trabajar lo más lentamente posible. Los otros aprenderían con el tiempo, pero no tardé en descubrir maneras para conservar la energía. Si abanicaba el pico rápidamente, permitiendo que cayera junto a un área que justo había limpiado, la tierra se desprendía más fácilmente. Significaba también que, si bien se veía como si estuviera balanceando el pico como el hijo predilecto del Emperador, el esfuerzo era mínimo.

Sin embargo, bajo el sol abrasador tailandés y sin una camisa o un sombrero para protegerse, o la sombra del dosel de la selva cercana, la labor pronto se tornaba agotadora. Minuto tras minuto, hora tras hora, me preguntaba cuándo bajaría el sol y poder regresar al campamento.

Alrededor del mediodía. Los japoneses llamaron para el yasume. Bajamos las herramientas, nos sentamos y comimos arroz, que habíamos llevado con nosotros desde el campamento en la mañana. Cuando abrí la lata de arroz encontré que el contenido había empezado a fermentarse. Era casi vino de arroz y sabía horrible. Pero de todos modos me lo comí.

El almuerzo generalmente se prolongaba alrededor de unos treinta minutos en la vía, según el oficial a cargo. Si estaba somnoliento o cansado, podía ser más largo. ¡Nos encantaba cuando se quedaba dormido!

A media tarde por fin habíamos terminado la primera sección. A pesar de una enorme voluntad y el esfuerzo en las últimas diez horas, nuestro progreso había sido muy lento. Habíamos logrado limpiar los treinta pies de ancho por unos veinte pies requeridos.

Fue el comienzo para nosotros de lo que sería la construcción del ferrocarril más notorio que el mundo jamás había visto. El ingeniero japonés se acercó para inspeccionar nuestro trabajo. Estudió el claro desde varios ángulos, utilizando diversos instrumentos de medición, antes de declarar: "¡No Bueno! ¡Háganlo nuevo! ¡Más profundo!

Totalmente desmoralizados, tuvimos que volver al principio y dragar otro pie de suelo a mano. Estábamos todos en diferentes etapas de beriberi, pelagra, malaria, dengue y disentería. Una nueva enfermedad también había comenzado a asolar a algunos prisioneros desafortunados llamada tiña, que era apodada como “testículos de arroz”, porque la horrible hinchazón tenía la tormentosa tendencia de atacar, agrietar e inflamar el escroto.

Si deseas saber más, lee “The Forgotten Highlander: An Incredible WWII Story of Survival in the Pacific” [El Highlander olvidado: una increíble historia de supervivencia en el Pacífico de la Segunda Guerra Mundial], de Alistair Urquhart.

Los prisioneros de guerra trabajando en el ferrocarril de Tailandia y Birmania en el Campo

Los prisioneros de guerra trabajando en el ferrocarril de Tailandia y Birmania en el Campo Kanu, en Tailandia, 1943. Otras obras de arte por el que fuera prisionero, John Mennie, pueden verse en línea en Back from Hell (De regreso del infierno).

Funeral de un prisionero de guerra, en el campo Kanu, en Tailandia, 1943. “Los primeros dí

Funeral de un prisionero de guerra, en el campo Kanu, en Tailandia, 1943. “Los primeros días, cuando todavía teníamos ropa”. Otras obras de arte por el que fuera prisionero, John Mennie, pueden verse en línea en Back from Hell (De regreso del infierno).

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