Unidades rumanas se colapsan afuera de Stalingrado
El ataque soviético en torno a Stalingrado fue casi pospuesto por una espesa niebla y se llevó a cabo en condiciones de congelación.
Con más de un millón de hombres involucrados en la Operación Urano, el Ejército Rojo fue capaz de atacar con una fuerza mucho mayor que la que los alemanes creían posible. Los movimientos de apertura el 19 de noviembre desde el norte, fueron seguidos por otro gran impulso desde el sur lanzado el día 20. La parte más pesada del ataque recayó sobre el ejército rumano.
Una vez más, un devastador bombardeo de artillería rompió sus líneas aún antes de que fueran atacados por los tanques T-34 y las tropas de apoyo. Pronto, el Ejército Rojo estaba tomando decenas de miles de hombres como prisioneros. De aquellos que quedaban, muchos optaron por huir.
Al tiempo que sus aliados rumanos se colapsaban en medio de una gran confusión, conmocionados por la artillería, los alemanes tenían dificultad tratando de descubrir lo que estaba sucediendo. Un oficial del Estado Mayor del Cuartel General del 6º Ejército alemán fue enviado a averiguar directamente:
Una multitud desenfrenada, desordenada, fluye más allá de mí. Soldados caminando a lo largo en grupos o solos. Una cocina de campaña se dirige hacia nosotros. Los soldados heridos se cuelgan de ella, mientras es arrastrada por caballos. Unas cuantas más cocinas de campaña y luego tres camiones pequeños. También estaban llenos hasta el techo con hombres. Caras infelices, estupefactas. Hombres viéndose como fantasmas aferrándose a los lados con los dedos en forma de gancho.
Ellos caminan penosamente a lo largo, moviendo sus piernas robóticamente. Sus sombreros altos de piel de oveja son tirados hacia abajo por el puente de su nariz, los cuellos de sus abrigos doblados hacia arriba para taparse sus bocas, así que lo único que puedes ver es una banda de sus caras sin afeitar, la cual tratan de esconder del quemante viento frío. Casi todos ellos, excepto por unos pocos borrachos aullando, están marchando en silencio.
Nadie reacciona cuando trato de hablar con ellos. Me alegro que esta pesadilla pase a un lado mío, pero un poco más adelante me encuentro con otro grupo. Y una vez más pasa más allá de los vientos este rastro de fantasmas apenas moviéndose, algunos con los ojos abiertos, otros con los ojos cerrados. No les importa adonde conduce este camino. Están huyendo de la guerra y sólo quieren salvar sus propias vidas. Nada más significa algo.
Un coronel rumano me dice francamente, mientras se endereza el vendaje de su cabeza empapado en pus: “No obtendrán nada más de mis soldados. Ellos no están obedeciendo ninguna de mis órdenes”.
Otro oficial alemán observó:
Todos tenían una expresión de horror que parecía congelada en sus rostros. Uno habría pensado que el mismo diablo estaba pisándole sus talones. Habían tirado todo mientras hacían su escape.
Y mientras corrían para lograrlo, ellos se añadían al número de tropas en retirada, que era lo suficientemente grande sin ellos. Todo se sumaba en una imagen que recordaba la retirada de Napoleón de Moscú.
Si deseas saber más, lee “Voices From Stalingrad” [Voces desde Stalingrado], editado por Jonathan Bastable.
Tropas soviéticas avanzando durante la Operación Urano.
Tropas soviéticas atacan cerca de la ciudad de Kalach, donde las tropas que avanzaban en los movimientos de pinza desde el norte y el sur se reunieron el 22 de noviembre, completando el cerco de Stalingrado.