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El teniente coronel Lyle Bernard, oficial al mando, 30º Regimiento de Infantería, una figu

El teniente coronel Lyle Bernard, oficial al mando, 30º Regimiento de Infantería, una figura prominente en el atrevido segundo desembarco anfibio detrás de las líneas enemigas en la costa norte de Sicilia, analiza la estrategia militar con el teniente general George S. Patton, cerca de Brolo, en 1943 (Ejército de los Estados Unidos). La fecha exacta de la imagen es desconocida.

En Sicilia, la tremenda rivalidad entre dos de los comandantes Aliados casi se había hecho patente y mostraba debilidades en la Alianza. Montgomery estaba al mando de las fuerzas británicas conduciéndolas desde el sureste de Sicilia para un asalto a las principales fuerzas alemanas en el este. Él convenció a los comandantes Aliados para que le proporcionaran dos de los caminos hacia el este sobre los cuales basar sus ataques.

 

Esto dejó poco espacio para que su aliado estadounidense George S. Patton persiguiera también a los alemanes. También parecía sospechosamente un remiendo de los británicos -ya que la decisión había sido tomada por el Comandante Adjunto Aliado inglés, el general Harold Alexander-.

 

Patton estuvo muy frustrado al principio, pero luego desvió sus energías para marchar hacia el norte para capturar la primera gran ciudad italiana de la campaña. En una rápida movilización espectacular llegó a Palermo el 23 de julio, sus tropas alentadas por su comandante:

23 de julio de 1943

En la tarde del día vigésimo primero, conseguimos una posición al noreste de Castelvetrano desde donde lanzar a la 2ª División Blindada, que hasta ahora habían sido retenida cerca de la mitad de la isla para que el enemigo no pudiera saber en qué dirección iba.

Las tropas se movilizaron a su posición, empezando a las 4 PM y estaban todas listas antes del anochecer. Por la mañana comenzaron su avance implacable.

La primera acción era romper al enemigo en su frente inmediato. Esto se hizo por la 41ª Infantería apoyada por un batallón de tanques medios de la 66ª. Esto provocó que el enemigo retrocediera. A partir de entonces, era una cuestión de atacarlo con tanques convergiendo cada vez que trataba de detenernos, lo cual intentó en tres ocasiones.

En un caso, un obús de asalto de 75 mm en un semioruga enfrentó a uno alemán de 105 a quinientas yardas y lo destruyó. Este acto fue tan de suerte como heroico. La última batalla se hizo en las montañas al suroeste de Palermo, que fue un hueso más difícil de roer, pero finalmente se hizo con fuego de artillería y tanques.

Nos encontramos algunas de las trampas para tanques más ingeniosas que jamás haya visto. Los alemanes cavan un agujero de unos dieciocho pies de largo por diez pies de profundidad a la mitad del lado derecho de la carretera y cubierto con tela metálica y polvo para que se vea como el camino. Luego, a unos treinta pies más allá, del lado izquierdo de la carretera, harían un pozo similar. Al frente de cada pozo ellos colocaban un alambrado con la esperanza de que nuestros tanques ignoraran el cable y cayeran en los agujeros. Afortunadamente no lo hicimos.

En otros lugares colocan trampas de tanque de unos veinte pies de ancho y quince pies de profundidad por distancias de varios kilómetros, pero quedándonos en los caminos y volando todo a nuestro paso, no tuvimos ningún problema con ellas.

Conduje a través de la columna y recibí una acogida muy cálida de la 2ª Blindada, todos los cuales parecían conocerme, y todos los cuales primero me saludaron y luego agitaron sus manos.

Cuando nos acercábamos a la ciudad, ya era de noche, así que recogí al coronel R. F. Perry, Jefe del Estado Mayor de la división, para que actuara como guía. Dijo que creía que la ciudad había caído, por lo que decidimos ir a ver.

Cuando nos acercamos, las colinas a ambos lados estaban ardiendo. Luego comenzamos un largo camino para salir por el lado de un acantilado que pasaba por un pueblo casi continuo. La calle estaba llena de gente gritando, “¡Abajo Mussolini!” y “¡Viva América!

Cuando llegamos a la ciudad, lo mismo pasó. Los que llegaron antes del anochecer, entre ellos el general Keyes, tenían flores tiradas en el camino delante de ellos, y limones y sandías lanzadas con tal profusión que casi se convirtieron en armas letales.

El gobernador se había ido, pero capturamos a los dos generales, ambos dijeron que estaban contentos de haber sido capturados porque los sicilianos no eran seres humanos, sino animales. La bolsa de prisioneros para el día debe de haber estado cerca de diez mil. En la mañana del veintitrés, cuando estaba inspeccionando el puerto, pasé un grupo de prisioneros, todos los cuales se pusieron de pie, saludaron y luego aplaudieron.

Si deseas saber más, lee “War As I Knew It” [La guerra como la conocí], de George S. Patton.

Patton (a la derecha) y Montgomery se estrechan las manos en Palermo, Sicilia, en julio de

Patton (a la derecha) y Montgomery se estrechan las manos en Palermo, Sicilia, en julio de 1943.

Todas las sonrisas para la cámara, Montgomery y Patton son conducidos a través de Palermo.

Todas las sonrisas para la cámara, Montgomery y Patton son conducidos a través de Palermo. En realidad, había una rivalidad entre los comandantes aliados.

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