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Combate encarnizado en Stalingrado

Infantería alemana lucha contra el enemigo en las ruinas de la ciudad de Stalingrado.

En Stalingrado, los ataques para limpiar el sector de la ciudad hasta la boca de la barranca Tsaritsa comenzaban a ganar terreno en un duro combate casa por casa. Para el 24 de septiembre, el distrito al sur de Tsaritsa estaba básicamente en manos alemanas.

 

Los alemanes estaban ahora enfrascados en una batalla feroz donde cada casa y fábrica era reñida en un combate encarnizado, en ocasiones, los alemanes estaban en un piso y los soviéticos en otro, peleando palmo a palmo cada centímetro de la ciudad en el Volga.

 

Adelbert Holl, un teniente de infantería que recién se había reunido con su unidad en Stalingrado después de haberse recuperado de sus heridas sufridas en abril de 1942, era un subcomandante en la 94ª División de Infantería durante la batalla por Stalingrado, el 24 de septiembre tenía la misión de capturar un edificio de seis pisos:

Todavía quedaban unos 15 minutos antes que mis camaradas iniciaran su avance. El Unteroffizier Pawellek, Obergefreiter Nemetz y el Obergefreiter Willmann estaban cerca de mí. Yo mismo había instruido a estos hombres después de la campaña francesa cuando la División estuvo estacionada por seis meses en Oberlausitz y alrededor de Zittau. No había una sola arma ligera de infantería que no supieran dominar y tampoco nunca habían fallado como mensajeros. El año pasado nos había unido y cada uno de nosotros sabíamos que podíamos depender en los otros.

¡Juschko!

¿Señor teniente?

¿Todavía tienes nuestra arma especial?

Así es, señor teniente, las ‘especiales’ están en la parte trasera del carro de equipaje, así que debemos esperar para que sean traídas al frente”.

Eso está bien, piensa en eso cuando el Hauptfeldwebel Michel llegue con la cocina de campo esta noche. ¿En fin, cómo ha estado Michel?

Bien, señor teniente, sigue siendo confiable como siempre. Cuando ninguno de los otros puede encontrar sus compañías, Michel siempre sale adelante”.

Hubiera estado más contento si tuviera mi arsenal conmigo. Las “especiales” incluían cargas concentradas obtenidas de granadas, una subametralladora rusa, un rifle antitanque ruso con su correspondiente munición. Después de las primeras operaciones en Rusia, nos dimos cuenta que las subametralladoras y los rifles antitanque rusos eran más confiables que los nuestros. Las nuestras eran buenas, pero temperamentales cuando estaban sucias. Pronto, estaba llevando las municiones apropiadas para utilizarlas con las armas capturadas -sólo por si acaso- y en varias ocasiones en el pasado probaron ser útiles cuando las pusimos en acción.

 

Dos minutos más, entonces avanzaremos. Miré al cielo. A lo ancho y a lo largo no podía verse una sola nube, descontando el humo que provenía de los incendios a todo nuestro alrededor. El horizonte oriental estaba haciéndose más brillante. Con cada minuto que pasaba, las siluetas de los edificios frente a nosotros -o más bien, las ruinas- se hacían cada vez más definidas. Nuestro objetivo de ataque también resaltaba más claro de su entorno. El fuego esporádico de ametralladoras y rifles podía escucharse a la izquierda y derecha de nosotros. La descarga de varios cañones enemigos en la ribera este del Volga también podía escucharse, sus proyectiles explotando a alguna distancia de nosotros. El día prometía ser caluroso. Mi reloj mostraba que nuestros hombres habían comenzado a movilizarse. El enemigo todavía no se había dado cuenta ya que ningún disparo caía en nuestro sector. Con suerte podría ser posible acercarse al edificio alto sin ser detectados. Mi atención estaba completamente dirigida hacia el frente. El Unteroffizier Pawellek y ambos mensajeros quedaron callados y también se estaban concentrando en el frente. Repentinamente, el fuego de ametralladoras ruso hizo pedazos el silencio en nuestro sector. Se escuchó el fuego de rifles, seguido de cerca por ráfagas de fuego de nuestras propias ametralladoras. A partir de este momento, una batalla animada estaba llevándose a cabo. Mientras tanto, 8. Kompanie había abierto fuego con sus ametralladoras pesadas. Los rebotes de las balas zumbaban en el área. De repente, brillaba la luz del día. A través de mis binoculares, pude reconocer el objetivo asignado con completa claridad. Era un edificio de ladrillo rojo de seis pisos con un ancho total de unos 80 metros. En ambos lados exteriores estaban las dos alas, cada una de unos 20 metros de largo. La estructura entera parecía como una U rectangular invertida. La sección central estaba maltrecha por nuestra Luftwaffe y nuestra artillería. Grandes pilas de escombros se podían ver a través de las aberturas de las ventanas. No pude localizar al enemigo en esta sección. Sin embargo, fuego defensivo provenía de ambas alas laterales. “Iván” se localizaba en los pisos superiores. Desde allí, tenía el primer plano bajo control. Nuestro ataque fue detenido a unos 150 metros de nuestro objetivo. Las escuadras habían tomado cubierta por completo y disparaban esporádicamente. Los mensajeros del Feldwebel Grossmann y el teniente Fuchs se aparecieron en mi puesto de mando y reportaron lo que yo ya sabía.

Si deseas saber más, lee “An Infantryman in Stalingrad: From 24 September 1942 to 2 February 1943” [Un soldado de infantería en Stalingrado: del 24 de septiembre de 1942 al 2 de febrero de 1943], de Adelbert Holl.

Esta fotografía, recibida por la Prensa Asociada el 25 de septiembre de 1942, muestra una bomba cayendo sobre Stalingrado unos cuantos segundos después de dejar el bombardero que la transportaba.

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