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Algunos de los miembros del personal de Treblinka - Bredow, Mentz, Möller y Hirtreiter..jp

A través de fuego antiaéreo y sobre la destrucción creada por las anteriores oleadas de bombarderos, éstos B-24 de la 15ª Fuerza Aérea dejan Ploesti, Rumania, después de una de la larga serie de ataques contra el objetivo número 1 en Europa (foto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos).

En Treblinka, la pequeña minoría de los internos que se habían salvado de las cámaras de gas sabía que sus días estaban contados. Ellos sabían que sus vidas no tenían ningún valor para los alemanes y que podían morir en cualquier momento por el capricho de cualquiera de los guardias. Pero también podían adivinar que el trabajo de campo pronto estaría disminuyendo y que luego los alemanes no tendrían ningún uso para ellos. Así que no tenían nada qué perder al realizar un intento de fuga, a pesar de que los riesgos eran altos.

Sólo tenían algunas armas escondidas. La revuelta dependía de unos pocos individuos utilizándolas para matar a algunos de los guardias y tomar sus armas. Sólo actuando todos juntos podían esperar abrumar a los guardias y escapar. Sin embargo, mientras más gente sabía con antelación del intento, el esquema se volvía más riesgoso. Para evitar traiciones, la mayoría de aquellos involucrados sólo tenían un conocimiento limitado de los planes y lo que se esperaba de ellos en el tiempo señalado.

 

Chil Rajchman era uno de la minoría en saber - y uno de un número aún más pequeño que vivió para contarlo-:

Todo está listo. Nuestro entusiasmo es abundante, pero también lo es el temor de que los asesinos puedan encontrar algo y nos disparen.

Salimos para la comida del mediodía. Las últimas noticias del Campo 1 es que todo está listo. Nuestra única preocupación es que algo pudiera suceder una vez más para echar a perder nuestros planes. Nos hemos ocupado de que en todos los puntos, como en los hornos, todavía haya gente en el trabajo para evitar el cierre en las barracas, afirmamos que el fuego necesita atención, que no están quemando bien.

En la cocina supuestamente no hemos sacado bastante agua para que tuviéramos que enviar a varias personas de nuevo para conseguir más. Estos son, de hecho, tres buenos soldados. Su tarea, en cuanto comience la revuelta, será cortar las gargantas de los guardias ucranianos y apoderarse de sus armas.

Las raciones de mediodía están siendo distribuidas. Todos tenemos hambre, como siempre, pero ninguno de nosotros es capaz de comer algo. Nadie pregunta por una segunda ración de sopa. Decenas de compañeros no tocan la comida.

Después todos regresamos a trabajar llenos de felicidad. Nos decimos el uno al otro: “¡Ha-yom, ha-yom!” (hebreo: ¡el día, el día!) El trabajo se va más rápido. Los asesinos están contentos de que la obra marcha a buen ritmo. Evitamos hablar entre sí de forma que nadie se dé cuenta de nada. Nuestras herramientas están ocultas en los lugares apropiados.

Nuestro camarada Adolf, utilizando diversos pretextos, intenta verificar cada posición. A pesar de todos los preparativos, todavía hay muchos entre nosotros que no tienen idea de lo que se supone que debe ocurrir. El tiempo pasa con extraordinaria lentitud. El temor de que algo pueda ir mal es insoportable.

El reloj marca las 3:30.

Escuchamos dos disparos desde la dirección del Campo 1 -una señal que la rebelión ha comenzado-. Pocos minutos después recibimos la orden de dejar de trabajar. Todo el mundo se apresura a su puesto.

Unos segundos después, las llamas engullen las cámaras de gas. Han sido incendiadas. El ucraniano haciendo guardia junto a las barracas se encuentra en el suelo como un cerdo, la sangre fluyendo de él. Su arma ya está siendo utilizada por nuestro camarada Zelo.

Los disparos se escuchan por todos lados. Los ucranianos, a quienes nuestros camaradas han atraído desde las torres de vigilancia, se encuentran muertos. Dos operadores de excavadora SS están muertos. Nos dirigimos hacia el alambre de púas gritando: -¡Revolgutsga v Berline!- (En ruso: ¡Revolución en Berlín!) Varios de los ucranianos se desorientan y levantan sus manos. Sus armas son tomadas de ellos. Cortamos los cables uno tras otro. Estamos ya en la tercera cerca de alambre de púas.

Yo estoy cerca de las barracas. Muchos compañeros se han confundido y por miedo se esconden en el interior. Yo y varios otros los instamos a que salgan, gritando: -¡Camaradas, salgan a la libertad, más rápido, más rápido!-

Todos están afuera ahora. La tercera cerca ha sido cortada. Cincuenta metros más adelante hay caballetes densamente entretejidos con alambre de púas. También tratamos de cortar estos. El fuego de las ametralladoras de los asesinos se escucha ahora. Algunos de ellos han logrado mantener sus armas.

En los caballetes se encuentran muchos de nuestros compañeros que se enredaron en los cables y no pudieron escapar.

Yo soy de los últimos en irse. Ya estoy fuera. A mi lado está el camarada Kruk, de Plock. Cae en mis brazos: Camarada, somos libres. Nos besamos uno al otro. Me las arreglo para correr algunas docenas de metros cuando veo que los asesinos vienen por nosotros con ametralladoras.

Un automóvil está dirigiéndose hacia nosotros. En la azotea está una ametralladora disparando en todas direcciones. Muchos caen muertos. Hay cadáveres a cada paso. Cambio la dirección y corro a la izquierda de la carretera. El coche continúa a lo largo de la carretera polaca y pronto está por delante de mí. Corremos en varias direcciones. Los asesinos nos persiguen por todos lados.

Nos damos cuenta que los campesinos trabajando los campos y los pastores están huyendo por temor. Por último, habiendo corrido unos 3 kilómetros, nos encontramos en un pequeño bosque. Decidimos que no hay razón para correr más y nos escondemos en la maleza densa.

Si deseas saber más, lee “The Last Jew of Treblinka” [El último judío de Treblinka], de Chil Rajchman.

Franciszek Ząbecki trabajaba en la estación de tren cercana, un miembro de la resistencia polaca, él monitoreaba los movimientos de trenes a los “campos” de la muerte desde sus primeros días. Él y sus colegas contaban los trenes y el número de vagones enviados a Treblinka –él creía que no menos de 1,200,000 personas murieron allí-. Fue uno de los pocos testigos independientes de la revuelta y su desenlace. Si deseas saber más acerca de la labor de Franciszek Ząbecki, visita Aktion Reinhard Camps [Campos de la Acción Reinhard].

 

Asimismo, se encuentra otro testimonio de la revuelta en el sitio Holocaust Education & Archive Research Team [Equipo de Investigación de Archivos y Educación sobre el Holocausto].

Humo saliendo desde Treblinka el 2 de agosto de 1943, una imagen tomada por la resistencia

Humo saliendo desde Treblinka el 2 de agosto de 1943, una imagen tomada por la resistencia polaca.

La tarjeta de identidad de Franciszek Ząbecki, uno de los pocos testigos independientes de

La tarjeta de identidad de Franciszek Ząbecki, uno de los pocos testigos independientes de la escala de la operación en Treblinka.

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