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Un soldado operando una ametralladora Bren y un fusilero ocupan posiciones defensivas en l

Un soldado operando una ametralladora Bren y un fusilero ocupan posiciones defensivas en la playa durante el entrenamiento de operaciones combinadas en el Golfo de Aqaba, el 22 de junio de 1943.

El combate había terminado en Túnez y la atención había cambiado rápidamente a la siguiente etapa, la invasión de Sicilia y luego la propia Italia. Los soldados más experimentados y los comandantes que habían participado en la campaña del norte de África no tenían experiencia en asaltos anfibios. Incluso aquellos que habían participado en la Operación Torch no se habían enfrentado a una oposición sostenida en las playas.

 

El general Brian Horrocks estaba estrechamente involucrado en estas preparaciones. Era una de las estrellas en ascenso del ejército británico, después de haber llevado a cabo una penetración nocturna muy audaz a través de las líneas alemanas en marzo, lo que le había valido el favor de Montgomery.

Una nueva arma a punto de ser probada era una cortina de humo estadounidense, que se esperaba que ocultara el desembarco de tropas. Horrocks fue a ver una de las primeras veces que se había utilizado en un ejercicio:

A principios de junio fui a Bizerta para ver a la 46ª División de Infantería llevar a cabo un ensayo a gran escala de su asalto en las playas de Salerno. Mientras hablaba con el comandante de la división en su cuartel general escuché el sonido de alerta de ataque aéreo.

Aquí estaba, obviamente, una oportunidad de oro para ver si esta pantalla de humo estadounidense era realmente eficaz o no, por lo que todos salimos a la calle y la vimos desplegarse sobre la ciudad. De repente, de entre el humo, surgió un caza alemán a baja altitud con todas las armas disparando hacia todas partes –sin un objetivo particular en lo absoluto–.

Un martillo me golpeó en el estómago. Perdí el control de mis piernas y me desplomé al suelo, pero ni siquiera entonces no creo que me haya dado cuenta que me habían dado. Descubrí más tarde que la bala entró por la parte superior de mi pecho –debo haber estado inclinándome hacia adelante en aquel momento– y luego, empezando con mis pulmones, atravesó casi todos los órganos en el estómago y los intestinos, saliendo por la parte inferior de mi columna.

Fue pura mala suerte, nadie más en el grupo ni siquiera fue rasguñado. Aquí estaba una prueba más de ese viejo adagio militar “Si tu nombre está en un proyectil o en una bala, no hay nada en el mundo que se pueda hacer al respecto –te dará al final–”.

Conservo sólo dos recuerdos de las próximas veinticuatro horas. El primero fue cuando yo estaba tirado en el piso del cuartel general de la división con un grupo de personas de pie alrededor. Reconociendo la cara del A.D.M.S. divisional –el médico en jefe– le pregunté si estaría lo suficientemente bien como para tomar al Cuerpo a Salerno. El negó con la cabeza. Por suerte para mi tranquilidad, nunca me pasó por la cabeza que en ese momento él pensó que yo iba a morir.

 

Algunas horas más tarde me di cuenta de una extraña cara inclinada sobre mí y una voz americana diciendo encantado: “General, no se va a morir. Yo no creía que fuera posible hasta que operé –pero no le va a pasar–” y él seguía repitiendo “no” – “va a morir”.

Este resultó ser el coronel Carter, el cirujano en jefe de un hospital de campaña estadounidense en las afueras de Bizerta al que me habían llevado. Llegué a conocer a Carter muy bien durante las siguientes semanas y ningún hombre podría haber hecho más para salvar mi vida. Él era uno de los principales cirujanos en Dallas, Texas, de donde venía todo el hospital.

Desarrollé un gran afecto por estos alegres tejanos que era tan amables con el general “inglés” que había aparecido de repente en medio de ellos. No había duda que en su mente, ni en la mía después de unas semanas de su compañía, cuál era el mejor Estado en los Estados Unidos y quiénes estaban realmente combatiendo esta guerra –Tejas y los tejanos–.

Al parecer, el resto del mundo también creyó que mi número había sido llamado, como dicen los soldados, pero por suerte esto nunca entró en las cabezas de las dos personas más afectadas, el coronel Carter y yo.

Si deseas saber más, lee “A Full Life” [Una vida completa], de Sir Brian Horrocks.

Un tanque Sherman sale de una lancha de desembarco durante un ejercicio en la costa del no

Un tanque Sherman sale de una lancha de desembarco durante un ejercicio en la costa del norte de África, el 6 de junio de 1943.

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El Primer Ministro Winston Churchill deja el antiguo anfiteatro romano en Cartago, Túnez, con el teniente general Kenneth Anderson, después de dirigirse a las tropas británicas el 1 de junio de 1943.

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Un cazabombardero Hawker Hurricane Mark IV de la Real Fuerza Aérea (RAF), equipado para funciones de ataque antitanque y tierra, estacionado en un aeródromo desconocido, en junio de 1943. El Hurricane Mark IV utilizaba el motor Rolls Royce Merlin 20, 22 ó 27.

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