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Reinhold Hanning, guardia de Auschwitz, condenado


En una mañana fría y gris en febrero, Irene Weiss esperaba pacientemente en la sala del tribunal en Detmold, una pequeña ciudad en el norte de Alemania. Había recorrido un largo camino desde su casa en Virginia, en los Estados Unidos, para declarar en el juicio de Reinhold Hanning, un ex guardia de las SS nazis. El juicio iniciaría tarde debido a que Hanning, de 94 años de edad, estaba esperando una silla de ruedas para llevarlo a la corte. Debido a la salud y la edad de Hanning, el juicio se limitaría a sólo dos horas de tiempo en la corte, dos días a la semana. Cada demora significaba que Weiss, de 85 años, podría tener que permanecer en Alemania más de lo que había planeado. Y ella ya había estado esperando este momento desde hace mucho tiempo.

Finalmente, Hanning fue llevado por la entrada vistiendo una chaqueta, gafas y un suéter amarillo canario, con la barbilla apretada contra el pecho para evitar mirar a las cámaras esgrimidas por las docenas de periodistas en la corte. Era difícil imaginar que ese frágil anciano había sido un joven guardia en el campo de exterminio de Auschwitz. Hanning fue acusado de ser cómplice de asesinato de 170,000 personas que murieron en el infame campo mientras que él servía en ese lugar desde enero de 1943 hasta junio de 1944. Weiss, en aquel entonces una niña de 13 años de edad, prisionera judía en Auschwitz durante ese período y cuya familia fue asesinada en el campo, fue uno de los varios testigos que declararon en el caso presentado por un fiscal de la población alemana de Detmold.

Hanning, flanqueado por los oficiales judiciales, sale de la audiencia en Detmold, el 19 de febrero de 2016.

Weiss no recuerda a Hanning personalmente. Ninguno de los sobrevivientes del campo que han testificado en el juicio lo hicieron. Pero para la corte de Detmold, eso no importaba. Estaban allí para describir un panorama de lo que fue estar en Auschwitz y cuál fue el papel que Hanning jugó como uno de los miles del personal de las SS que laboraban allí. Gracias a una nueva estrategia legal pensada para incluir y hacer ampliamente responsables del Holocausto a individuos de rangos inferiores como Hanning, se ha hecho más fácil procesar los casos contra acusados, ahora ya ancianos, incluso sin evidencia específica de qué actos pudieron haber cometido hace más de siete décadas.

No todo el mundo se siente cómodo con la idea de enjuiciar a personas muy ancianas. Sin embargo, algunos expertos creen que estos juicios tienen un propósito moral que va más allá de la simple responsabilidad legal. “La perspectiva no es brillante, obviamente”, dice Lawrence Douglas, un experto legal de la Universidad de Amherst, quien ha estudiado los crímenes nazis. Desde el punto de vista simbólico, estos nuevos juicios son considerados importantes, ya que son una forma de mostrar que un sistema jurídico alemán, que ha luchado por décadas por hacer responsables a los ex nazis, finalmente pudo llevar ante la justicia a elementos involucrados en el proceso de exterminio, directa o indirectamente. Como Douglas comentó, “es mejor tarde que nunca”.

Después de que los aliados enjuiciaron a miembros de alto rango del Tercer Reich, en una serie de trece tribunales militares en Núremberg, desde 1945 hasta 1949, una Alemania recién dividida se hizo cargo de la persecución de los criminales nazis restantes. Mientras que los juicios en la Alemania Oriental comunista eran altamente ideológicos –donde a menudo la política intervenía y triunfaba por sobre la impartición de justicia-, la Alemania Occidental democrática también enfrentaba dificultades. Los intentos aliados para “desnazificar” fracasaron rotundamente; en 1945, los historiadores estiman que alrededor de 8 millones de personas, aproximadamente el 10% de la población total de Alemania, eran antiguos miembros del partido nazi, lo que significaba que el poder judicial alemán estaba lleno de jueces con conexiones al nazismo. En lugar de utilizar una ley de 1954 adaptada específicamente para el genocidio, el sistema judicial de Alemania Occidental decidió perseguir estos crímenes bajo las normas del código penal alemán ordinario, procesando las muertes en el Holocausto como cualquier otro homicidio. Eso significaba que los fiscales tenían que probar que los acusados eran personalmente culpables de las matanzas, lo que hacía muy difícil procesar a todos los individuos relacionados, directa o indirectamente, con el genocidio, a causa de la profunda burocracia que existía en los campos de exterminio. “Ese fue probablemente un error cardinal”, dijo la historiadora Edith Raim, una experta en los procesos de nazis en la Alemania Occidental.

El gobierno alemán se mantuvo investigando los crímenes a través de una oficina central establecida en 1958 en Ludwigsburg, al suroeste de Alemania. Su labor dio lugar a la serie más infame de procesos contra nazis: los juicios llevados a cabo en Frankfurt, entre 1963 y 1965, de 22 individuos de segundo y tercer nivel de Auschwitz. Muchos acusados argumentaron con éxito que no sólo habían estado siguiendo órdenes, por lo que incluso soldados que habían disparado y matado a prisioneros podían ser sentenciados sólo con cargos menores. Al final, sólo el personal más sádico fue declarado culpable de asesinato. De los 17 encontrados culpables de un cargo, solo seis fueron condenados a cadena perpetua, mientras que los otros recibieron sentencias que iban de tres a catorce años de prisión.

Según el historiador alemán Andreas Eichmüller, poco cambió en los años que siguieron. Si bien tal vez 1,000 individuos del personal del campo enfrentaron juicios en otros países, la ahora Alemania unida ha sentenciado a menos de 50 de los aproximadamente 6,000 a 7,000 miembros de las SS que sirvieron en Auschwitz y sobrevivieron a la guerra. Así, en la década del 2000, en un esfuerzo por aumentar la tasa de condenas, los fiscales en Ludwigsburg tomaron una estrategia sugerida en 1960 por Fritz Bauer, el fiscal general del Estado alemán de Hesse, quien había participado en los juicios de Frankfurt. Bauer, quien había sido prisionero en un campo de concentración por ser judío, argumentó que cualquier persona que laborara en Auschwitz debía ser considerado responsable por haber sido parte de la maquinaria del genocidio.

La estrategia tuvo éxito por primera vez en 2011 con la condena de John Demjanjuk, un guardia de Ucrania en el campo de exterminio de Sobibor. “Con el caso Demjanjuk, finalmente crearon un enfoque condenatorio que tiene la lógica de fondo del genocidio: si estuviste trabajando en una fábrica de muerte, eso te hacía cómplice de asesinato porque tu trabajo era facilitar la muerte de seres humanos” dijo Douglas, el historiador de Amherst. “Eso es un avance legal increíble”.

Después de Demjanjuk, los investigadores de Ludwigsburg ampliaron su búsqueda de nazis que habían servido en cualquiera de los seis campos de exterminio o con los Einsatzgruppen, la fuerza especial designada para homicidios en masa en el frente del Este. El primer juicio que surgió de su trabajo fue el caso de un contador en Auschwitz, Oskar Groening, que fue sentenciado en 2015 en un tribunal de Lüneburg de ser cómplice de la muerte de 300,000 personas. Otros tres juicios fueron programados para 2016, incluyendo el de Hanning, pero uno de los acusados ya había muerto y el caso de Hubert Zafke, un médico en Auschwitz, el cual fue suspendido en febrero, al momento en que un médico le encontró incompetente para ser juzgado. A partir de marzo, trece casos más se encontraban en diferentes fases de investigación, de acuerdo con Jens Rommel, jefe de la oficina central para la investigación de los crímenes nazis en Ludwigsburg.

Pero el nuevo marco legal tiene sus propias complicaciones. Demjanjuk apeló su caso y murió en espera de la apelación, por lo que la sentencia no es considerada legalmente ejecutada. Groening ha apelado su caso ante la Corte Federal de Justicia de Alemania, la cual podría arrojar pronto una decisión. Rommel espera que el tribunal aclare lo que los fiscales tienen que demostrar: “¿Necesitamos de una acción concreta, como la selección [de una persona para ir a la cámara de gas]?”, se pregunta. “¿O es suficiente con haber sido un guardia en Auschwitz y tener conocimiento de lo que ocurrió allí?”

Con un juicio centrado en el contexto más amplio del campo, en lugar de las acciones del propio acusado, Hanning ha parecido a menudo como un vacío en el centro de su propio caso. Desde el auto de procesamiento, materiales de archivo y una declaración escrita leída por sus abogados en los tribunales, ha surgido una imagen poco densa de la vida de Hanning. Nació el 28 de diciembre de 1921 y dejó la escuela a los 14 años para trabajar en una fábrica. Hanning se unió a las Juventudes Hitlerianas en 1935 y. por sugerencia de su madrastra, a las Waffen SS, el brazo armado de las SS, en 1940. Combatió en las batallas importantes antes de que fuera herido por esquirlas de granadas en Kiev, Unión Soviética, en septiembre de 1941. A causa de sus heridas, su comandante determinó que no era apto para el combate y fue promovido y enviado a Auschwitz en 1942. Fue asignado inicialmente para registrar los detalles del trabajo, lejos de la matanza, pero más tarde tomó un puesto en la torre de guardia.

Reinhold Hanning, fotografiado aquí cuando era joven en uniforme de las SS, fue guardia en Auschwitz.

Según la acusación, los guardias de la compañía de Hanning tenían que vigilar a los prisioneros arribando, al tiempo que eran seleccionados para trabajar o ser enviados a su muerte en las cámaras de gas. Fue un proceso que se conoce por los sobrevivientes y testigos como “selección”. En su declaración ante el tribunal, Hanning no describió ser testigo de selecciones o tener implicación personal alguna en la matanza. Pero sí admitió saber de ello. “Nadie nos habló acerca de ello en los primeros días allí, pero si alguien como yo, estaba allí por un largo tiempo, entonces se enteraba de lo que estaba pasando”, su abogado leyó una declaración de Hanning. “Las personas eran fusiladas, gaseadas y quemadas. Podía ver cómo se tomaban los cadáveres de ida y vuelta o se movían fuera. Podía oler los cuerpos incinerados”.

De acuerdo con el testimonio de Irene Weiss dio en el juicio en febrero, ella tenía 13 años cuando fue enviada a Auschwitz con su familia en mayo de 1944. Weiss recuerda que cuando llegaron, cansados y desorientados, un guardia utilizaba un palo para indicar a los prisioneros a dónde debían dirigirse. Su madre y sus hermanos pequeños fueron enviados en una dirección -donde ella supone que fueron asesinados de inmediato-, mientras que su padre y su hermano mayor fueron enviados a trabajar, antes de que eventualmente murieran. Cuando el guardia llegó a Weiss, dudó antes de enviarla con su hermana mayor a trabajar. Fue una decisión que salvó sus vidas -Weiss normalmente habría sido enviada a las cámaras de gas con aquellos menores de 14 años-, pero ella cree que el abrigo y la pañoleta que llevaba puesta le hacía parecer mayor.

Una imagen proporcionada por Irene Weiss la muestra como una niña de 13 años de edad, en la esquina inferior izquierda, momentos antes de la “selección” a la llegada de su familia a Auschwitz.

Al igual que otros testigos, Weiss no recuerda a Hanning de su tiempo en Auschwitz. Ese es un punto que los abogados de Hanning utilizaron en el juicio para demostrar lo insignificante que era. “Allí están los juicios de Núremberg después de la guerra, donde los peces gordos y los oficiales responsables fueron juzgados y condenados a menudo a la muerte”, dijo Andreas Scharmer, el abogado de Hanning, a la revista TIME. “Y cuanto más se desciende en la cadena de mando, más se plantea la cuestión de hasta dónde llega la responsabilidad legal”.

Rebecca Wittmann, una historiadora de la Universidad de Toronto, cree que los juicios son deficientes debido a que los tribunales alemanes no debieran usar el código penal ordinario para enjuiciar el Holocausto, independientemente de la forma en que interpreten la ley. Raim, el experto alemán en juicios de la posguerra de nazis, está de acuerdo en que, argumentar que mientras los tribunales alemanes debieron haber implementado y utilizado una ley específicamente para tratar el genocidio hace años, ese fracaso no justifica una solución legal tardía y torpe ahora. “Los tribunales alemanes no se espabilaron durante los últimos 70 años," dijo Wittmann. “No es culpa de estos acusados”.

Rommel, el fiscal de Ludwigsburg, cree que los fiscales deben seguir adelante con estas investigaciones por el mayor tiempo posible. “Estamos dando la oportunidad a los acusados y a los testigos para contar sus historias y no sólo a los medios de comunicación, las están relatando en un tribunal’.

Weiss está de acuerdo. Ella señaló que Hanning estaba siendo sujeto a un juicio exhaustivo -mucha más consideración de lo que nunca recibieron los cientos de miles de muertos en Auschwitz -. Hablar en la corte también le da cierta oportunidad para brindar un cierre emocional. Se le pidió declarar en el juicio contra Hanning porque ella fue parte de un enorme transporte de judíos húngaros a Auschwitz durante el período en el que él fue un guardia. Después de perder a 22 miembros de la familia en la guerra, ella emigró a Nueva York para vivir con unos parientes lejanos, donde no tuvo más remedio que seguir adelante con su vida, sin ni siquiera un funeral por los perdidos. “Me hubiera gustado que fuera procesado mucho antes”, dijo Weiss en febrero de 2016. “Pero por el momento, sólo quiero que él escuche de mí y de los otros que testificaron, cuáles fueron las consecuencias de lo que hizo a una edad temprana y dejarle que reflexione sobre ello”.

El 29 de abril, Hanning finalmente rompió su silencio. “Quiero decir que me molesta profundamente que yo fuese parte de una organización tan criminal”, dijo a la corte, según la AP. “Me da vergüenza que vi la injusticia y nunca hice nada al respecto y me disculpo por mis acciones. Lo siento mucho”. Pero eso no fue suficiente para Weiss. “Toda una generación de alemanes, los hijos y nietos de los autores del genocidio nazi, no han sabido nada de sus padres y abuelos sobre lo que vieron y lo que hicieron, en Auschwitz y las otras fábricas de muerte”, dijo después del testimonio de Hanning. “Es hora, por fin, dejar de olvidarse y contenerse”.

El 17 de junio de 2016, Reinhold Hanning fue encontrado culpable de los cargos imputados, dándosele una sentencia de 5 años de prisión. Hanning está apelando la decisión de la corte.

Y al final de todo esto, en lo que quizá represente el último juicio del Holocausto, tal vez el valor real de estos juicios reside en el modo en que muestran que el Holocausto no fue el producto de una conspiración de individuos extraordinariamente crueles, sino más bien de acciones ordinarias de la gente común. “Nos recuerdan que este genocidio no hubiera tenido lugar sin estos humildes soldados de infantería”, dijo Douglas. “Las cosas pueden ir rápidamente por mal camino en los países y, cuando lo hacen, es sorprendente cómo la gente está dispuesta a seguir esa ruta”.

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